Las glorias de María de San Alfonso de Ligorio:
Libros de piedad mariana, o sobre la Virgen, gracias
a Dios hay muchos, y algunos muy buenos. Pero cuando quien escribe sobre la
Madre de Jesús es un santo, algo del perfume de su virtud trasparece en sus
líneas, haciendo de ellas incomparables.
Es el caso de Las Glorias de María de ese gran santo
y doctor de la Iglesia que fue San Alfonso María de Ligorio, patrono de
confesores y moralistas. Doctor en leyes a los 16 años, a los 26 elige
abandonar el mundo y entrar en el estado religioso. Fundador de comunidad
religiosa, obispo y prolífico escritor, la vida de este santo bien merecería
ser expuesta a todos los auditorios con las más modernas técnicas de difusión.
Es la santidad de San Alfonso, la que consigue que
su profundo conocimiento del Dogma, de la Historia de la Iglesia, de la
Teología moral, de la Espiritualidad cristiana y de la Pastoral, presente en
sus múltiples obras, no apague eso que llamaríamos candor infantil devota,
harto presente en el libro que él dedica a homenajear a la Virgen Inmaculada y
a hacer la alabanza de sus glorias. Por lo demás, al tiempo que la lectura de
ese libro nos muestra la inocente y entrañada devoción del santo, revela
también su erudición y profundo conocimiento de la doctrina católica sobre
María Santísima.
Es muy fácil obtener Las Glorias de María, un
clásico inmortal de la piedad mariana. En internet también se consiguen muy
buenas versiones, gratuitas. Para animar a los cibernautas a que emprendan su
lectura, nos permitimos trascribir aquí algunos pasajes que nos han
impresionado especialmente, de una relectura hecha por estos días de ese
insigne documento, y al final del texto un enlace para su descarga directa:
María: Reina sí, pero llena de dulzura y nuestra
Madre
"María es Reina; pero no olvidemos, para
nuestros común consuelo, que es una reina toda dulzura y clemencia e inclinada
a hacernos bien a los necesitados."
"El Arzobispo de Praga, Ernesto, dice que el
eterno Padre ha dado al Hijo el oficio de juzgar y castigar, y a la Madre el
oficio de compadecer y aliviar a los miserables."
"Si Jesús es el Padre de nuestra almas, María
es la madre, porque dándonos a Jesús nos dio la verdadera vida, y ofreciendo en
el Calvario la vida de su Hijo por nuestra salvación fue como darnos a luz y
hacernos nacer a la vida de la gracia."
"Somos hijos muy queridos de María porque le
hemos costado excesivos dolores. Las madres aman más a los hijos por los que
más cuidados y sufrimientos han tenido para conservarles la vida. Nosotros
somos esos hijos por los cuales María, para obtenernos la vida de la gracia, ha
tenido que sufrir el martirio de ofrecer la vida de su amado Jesús".
María
socorre especialmente a quienes la aman
"Si María es tan buena con todos, aun con los
ingratos y negligentes que la aman poco y poco recurren a ella, ¿cómo será ella
de amorosa con los que la aman y la invocan con frecuencia? 'Se deja ver
fácilmente de los que la aman, y hallar de los que la buscan'. (Sab 6, 13).
Exclama San Alberto magno: ‘¡Qué fácil para los que aman a María encontrarla
toda llena de piedad y de amor!' ".
A un joven religioso medieval, que se había vuelto
bandolero, pero que a pesar de su debilidad quería regresar a la vida de
virtud, la Virgen se le aparece y le dice: " ‘Hijo mío, ¿por qué me
dejas?'. Ernesto, confuso y compungido, cayó en tierra y respondió. ‘Señora,
¿pero no ves que no puedo resistir más? ¿Por qué no me ayudas?'. La Virgen le
respondió: ¿Y tú por qué no me has invocado? Si te hubieras encomendado a mí,
no te verías en este estado. De hoy en adelante encomiéndate a mí y no
dudes".
"Dice San Bernardino de Siena que Dios no
destruyó al hombres después del pecado por el amor especialísimo que tenía a
esta su hija que había de nacer. Y añade el santo que no tiene la menor duda en
creer que todas la misericordias y perdones recibidos por los pecadores en la
antigua ley, Dios se los concedió en vistas a esta bendita doncella."
"Comentando la parábola del hijo pródigo, hace
el abad Ruperto una hermosa reflexión. Dice que si el hijo díscolo hubiese
tenido viva la madre, jamás se hubiera ido de la casa del padre o hubiera
regresado antes de que lo hizo. Con esto quiere decir que quien se siente hijo
de María jamás se aparta de Dios, o si por desgracia se aparta, por medio de
María pronto vuelve".
La
devoción a María no compite con el amor al Redentor
‘Maldito el hombre que confía en otro hombre' (Jer
17, 5). María, exclaman, es una criatura; ¿y cómo puede ser una criatura
nuestra esperanza? Esto dicen los herejes. Pero contra ellos la santa Iglesia
quiere que todos los sacerdotes y religiosos alcen la voz de parte de todos los
fieles y a diario invoquen a María con este dulce nombre de esperanza nuestra,
esperanza de todos: Esperanza nuestra salve. De dos maneras dice el angélico
Santo Tomás, podemos poner nuestra confianza en una persona: o como causa principal
o como causa intermedia. Los que quieren alcanzar algún favor de un rey, o lo
esperan del rey como señor, o lo esperan conseguir por el ministro o favorito
como intercesor. Si se obtiene semejante gracia, se obtiene del rey pero por
medio de su favorito, por lo que quien la obtiene, razón tiene para llamar a su
intercesor su esperanza."
"Ordenó Dios a Moisés que hiciera un
propiciatorio de oro purísimo para hablarle desde allí: ‘Me harás un
propiciatorio de oro purísimo...; desde él te daré mis órdenes y hablaré
contigo' (Ex 25, 17). Dice un autor que ese propiciatorio es María, desde el
cual Dios habla a los hombres y desde el que nos concede el perdón y sus
gracias y favores."
"Con razón San Antonio aplica a María el pasaje
de la Sagrada Escritura: ‘Todos los bienes me vinieron juntamente con ella'
(Sab 7, 11). Ya que María es la madre y dispensadora de todos los bienes, bien
puede decirse que el mundo, y sobre todo lo que en el mundo son devotos de esta
reina, junto con esta devoción a María han obtenido todos los bienes."
Descarga aquí el Libro las Glorias de María de San Alfonso Ligorio: Enlace
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