OFRECIMIENTO A LA SANTÍSIMA VIRGEN
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como a pertenencia y posesión tuya.
Amén.
Alégrate, Reina del cielo; aleluya.
R. Porque el que mereciste llevar en
tu seno; aleluya.
Ha resucitado, según predijo;
aleluya.
R. Ruega por nosotros a Dios;
aleluya.
Gózate y alégrate, Virgen María;
aleluya.
R. Porque ha resucitado Dios
verdaderamente; aleluya.
Oración
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
Oh Dios que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado dar la alegría al mundo, concédenos que por su Madre, la Virgen María, alcancemos el gozo de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén.
Se reza en lugar del Angelus en el Tiempo Pascual desde la Vigila Pascual
hasta el mediodía del sábado de Pentecostés.
DULZURA DE LOS ÁNGELES
(de la liturgia bizantina)
Dulzura de los ángeles, alegría de
los afligidos, abogada de los cristianos, Virgen madre del Señor, protégeme y
sálvame de los sufrimientos eternos.
María, purísimo incensario de oro,
que ha contenido a la Trinidad excelsa; en ti se ha complacido el Padre, ha
habitado el Hijo, y el Espíritu Santo, que cubriéndote con su sombra, Virgen,
te ha hecho madre de Dios.
Nosotros nos alegramos en ti,
Theotókos; tú eres nuestra defensa ante Dios. Extiende tu mano invencible y
aplasta a nuestros enemigos. Manda a tus siervos el socorro del cielo.
Virgen Santísima Inmaculada y Madre
mía María, a Vos, que sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la
abogada, la esperanza, el refugio de los pecadores, acudo en este día yo, que
soy el más miserable de todos. Os venero, ¡oh gran Reina!, y os doy las
gracias por todos los favores que hasta ahora me habéis hecho, especialmente
por haberme librado del infierno, que tantas veces he merecido. Os amo,
Señora amabilísima, y por el amor que os tengo prometo serviros siempre y
hacer cuanto pueda para que también seáis amada de los demás. Pongo en
vuestras manos toda mi esperanza, toda mi salvación; admitidme por siervo
vuestro, y acogedme bajo vuestro manto, Vos, ¡oh Madre de misericordia! Y ya
que sois tan poderosa ante Dios, libradme de todas las tentaciones o bien
alcanzadme fuerzas para vencerlas hasta la muerte. Os pido un verdadero amor
a Jesucristo. Espero de vos tener una buena muerte; Madre mía, por el amor
que tenéis a Dios os ruego que siempre me ayudéis, pero más en el último
instante de mi vida. No me dejéis hasta que me veáis salvo en el cielo para
bendeciros y cantar vuestras misericordias por toda la eternidad. Así lo
espero. Amén.
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Salve Reina de misericordia,
Señora del mundo, Reina del cielo, Virgen de las vírgenes, Sancta Sánctorum,
luz de los ciegos, gloria de los justos, perdón de los pecadores, reparación
de los desesperados, fortaleza de los lánguidos, salud del orbe, espejo de
toda pureza. Haga tu piedad que el mundo conozca y experimente aquella gracia
que tú hallaste ante el Señor, obteniendo con tus santos ruegos perdón para
los pecadores, medicina para los enfermos, fortaleza para los pusilánimes, consuelo
para los afligidos, auxilio para los que peligran.
Por ti tengamos acceso fácil a tu Hijo, oh bendita y llena de gracia,
madre de la vida y de nuestra salud, para que por ti nos reciba el que por ti
se nos dio. Excuse ante tus ojos tu pureza las culpas de nuestra naturaleza
corrompida: obténganos tu humildad tan grata a Dios el perdón de nuestra
vanidad. Encubra tu inagotable caridad la muchedumbre de nuestros pecados: y
tu gloriosa fecundidad nos conceda abundancia de merecimientos.
Oh Señora nuestra, Mediadora nuestra, y Abogada nuestra: reconcílianos
con tu Hijo, recomiéndanos a tu Hijo, preséntanos á tu Hijo.
Haz, oh Bienaventurada, por la gracia que hallaste ante el Señor, por
las prerrogativas que mereciste y por la misericordia que engendraste, que
Jesucristo tu Hijo y Señor nuestro, bendito por siempre y sobre todas las
cosas, así como por tu medio se dignó hacerse participante de nuestra
debilidad y miserias, así nos haga participantes también por tu intercesión
de su gloria y felicidad.
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¡Oh bendita entre
todas las mujeres, que vences en pureza a los ángeles, que superas a los
santos en piedad! Mi espíritu moribundo aspira a una mirada de tu gran
benignidad, pero se avergüenza al espectro de tan hermoso brillo. ¡Oh Señora
mía!, yo quisiera suplicarte que, por una mirada de tu misericordia, curases
las llagas y úlceras de mis pecados; pero estoy confuso ante ti a causa de su
infección y suciedad. Tengo vergüenza, ¡oh Señora mía!, de mostrarme a ti en
mis impurezas tan horribles, por temor de que tú a tú vez tengas horror de mí
a causa de ellas, y sin embargo, yo no puedo, desgraciado de mí, ser visto
sin ellas.
ORACIÓN DE SAN ATANASIO DE ALEJANDRÍA
Doctor de la Iglesia.
Oh Virgen, tu gloria supera
todas las cosas creadas. ¿Qué hay que se pueda semejar a tu nobleza, madre
del Verbo Dios? ¿A quién te compararé, oh Virgen, de entre toda la creación?
Excelsos son los ángeles de Dios y los arcángeles, pero ¡cuánto los superas
tú, María! Los ángeles y los arcángeles sirven con temor a aquel que habita
en tu seno, y no se atreven a hablarle; tú, sin embargo, hablas con él
libremente. Decimos que los querubines son excelsos, pero tú eres mucho más
excelsa que ellos: los querubines sostienen el trono de Dios; tú, sin
embargo, sostienes a Dios mismo entre tus brazos. Los serafines están delante
de Dios, pero tú estás más presente que ellos; los serafines cubren su cara
con las alas no pudiendo contemplar la gloria perfecta; tú, en cambio, no
sólo contemplas su cara, sino que la acaricias y llenas de leche su boca
santa.
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ORACIÓN DE SAN ILDEFONSO DE TOLEDO Arzobispo de Toledo.
Señora mía, dueña y poderosa sobre mí, madre de mi Señor, sierva de tu
Hijo, engendradora del que creó el mundo, a ti te ruego, te oro y te pido que
tenga el espíritu de tu Señor, que tenga el espíritu de tu Hijo, que tenga el
espíritu de mi Redentor, para que yo conozca lo verdadero y digno de ti, para
que yo hable lo que es verdadero y digno de ti y para que ame todo lo que sea
verdadero y digno de ti. Tú eres la elegida por Dios, recibida por Dios en el
cielo, llamada por Dios, próxima a Dios e íntimamente unida a Dios. Tú,
visitada por el ángel, saludada por el ángel, bendita y glorificada por el
ángel, atónita en tu pensamiento, estupefacta por la salutación y admirada
por la anunciación de las promesas.
He aquí que tú eres dichosa entre las mujeres, íntegra entre las
recién paridas, señora entre las doncellas, reina entre las hermanas. He aquí
que desde ese momento te dicen feliz todas las gentes, te conocieron feliz
las celestes virtudes, te adivinaron feliz los profetas todos y celebran tu
felicidad todas las naciones. Dichosa tú para mi fe, dichosa tú para mi alma,
dichosa tú para mi amor, dichosa tú para mis predicciones y predicaciones. Te
predicaré cuanto debes ser predicada, te amaré cuanto debes ser amada, te
alabaré cuanto debes ser alabada, te serviré cuanto hay que servir a tu
gloria. Tú, al recibir sólo a Dios, eres posterior al Hijo de Dios; tú, al
engendrar a un tiempo a Dios y al hombre, eres antes que el hombre hijo, al
cual, al recibirle solamente al venir, recibiste a Dios por huésped, y al
concebirle tuviste por morador, al mismo tiempo, al hombre y a Dios. En el
pasado eres limpia para Dios, en el presente tuviste en ti al hombre y a
Dios, en el futuro serías madre del hombre y de Dios; alegre por tu
concepción y tu virginidad, contenta por tu descendencia y por tu pureza y
fiel a tu Hijo y a tu esposo. Conservas la fidelidad a tu Hijo, de modo que
ni El mismo tenga quien le engendre; y de tal modo conservas fidelidad a tu
esposo, que él mismo te conozca como madre sin concurso de varón. Tanto eres
digna de gloria en tu Hijo cuanto desconoces todo concurso de varón, habiendo
sabido lo que debías conocer, docta en lo que debías creer, cierta en lo que
debías esperar y confirmada en lo que tendrías sin pérdida alguna.
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Tu nombre es digno de honor, oh María, bendecida en todo tiempo y obra
de arte que rinde alabanza a su experto artífice. Oh amable doncella que has
recibido el egregio mensaje angélico, tú posees unos dones de belleza que
sobrepasan los de cualquier otra persona. Eres la más hermosa de las rosas y
tu candor es muy superior al de los lirios. Tú eres la nueva flor de la
tierra que el cielo cultiva desde lo alto. Cristal, ámbar, oro, púrpura,
esmeralda, cándida perla, allí adonde llega el resplandor de tu hermosura
quedan envilecidos los más preciosos metales. La nieve es vencida por tu
blancura inmaculada, el sol sobrepujado por la hermosura de tu cabellera; sus
rayos, oh Virgen, palidecen frente a tu belleza; el brillo del rubí se apaga
y el resplandor del lucero del alba queda oscurecido ante ti que en todo
momento aventajas a los astros del firmamento.
LETANÍAS LAURETANAS
El Papa León XIII prescribió finalizar el rezo del rosario durante el
mes de octubre con las letanías. Ello ha inducido a considerar de forma
errónea a las letanías como una parte o apéndice del rosario (Cfr. el
documento "Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia", II,
5, nº 203). En realidad las letanías lauretanas constituyen una oración en sí
mismas cuyo origen se suele situar hacia el año 1500 en el santuario Loreto
(de ahí su nombre de "lauretanas"). A lo largo de los siglos han
sido muy apreciadas y recomendadas por los Papas.
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Consisten en una prolongada serie
de invocaciones dirigidas a la Virgen, que, al sucederse una a otra de manera
uniforme, crean un flujo de oración caracterizado por una insistente
alabanza-súplica. Las invocaciones, generalmente muy breves, constan de dos
partes: la primera de alabanza ("Virgo Clemens"), la segunda de
súplica ("ora pro nobis").
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-Señor, ten misericordia de nosotros,
-Cristo, ten misericordia de nosotros, -Señor, ten misericordia de nosotros, -Cristo óyenos, -Cristo escúchanos, |
Se repite
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-Dios, Padre celestial,
-Dios Hijo, Redentor del mundo, -Dios Espíritu Santo, -Trinidad santa, un solo Dios, |
Ten misericordia de nosotros.
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-Santa María,
-Santa Madre de Dios, -Santa Virgen de las vírgenes, -Madre de Cristo, - Madre de la Iglesia, -Madre de la divina gracia, -Madre purísima, -Madre castísima, -Madre virginal, -Madre sin mancha de pecado, -Madre inmaculada, -Madre amable, -Madre admirable, -Madre del buen consejo, -Madre del Creador, -Madre del Salvador, -Virgen prudentísima, -Virgen digna de veneración, -Virgen digna de alabanza, -Virgen poderosa, -Virgen clemente, -Virgen fiel, -Espejo de justicia, -Trono de sabiduría, -Causa de nuestra alegría, -Vaso espiritual, -Vaso digno de honor, -Vaso insigne de devoción, -Rosa mística, -Torre de David, -Torre de marfil, -Casa de oro, -Arca de la Alianza, -Puerta del cielo, -Estrella de la mañana, -Salud de los enfermos, -Refugio de los pecadores, -Consuelo de los afligidos, -Auxilio de los cristianos, -Reina de los ángeles, -Reina de los patriarcas, -Reina de los profetas, -Reina de los apóstoles, -Reina de los mártires, -Reina de los que confiesan su fe, -Reina de las vírgenes, -Reina de los santos, -Reina concebida sin pecado original, -Reina asunta al cielo, -Reina del Santísimo Rosario, -Reina de la familia, -Reina de la paz, |
Ruega por nosotros.
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-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
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Perdónanos, Señor.
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-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
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Escúchanos Señor.
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-Cordero de Dios, que quitas los pecados del
mundo,
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Ten misericordia de nosotros.
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-Jesús, óyenos.
-Jesús, escúchanos |
Se repite
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Bajo tu protección. Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de
Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra necesidad, antes
bien, sálvanos siempre de todos los peligros Virgen gloriosa y bendita.
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oración. Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos,
gocemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión de Santa
María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las
alegrías del cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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