EL PADRENUESTRO y EL AVEMARÍA
Comentados por
SANTO TOMAS DE AQUINO
PROLOGO
I
CUALIDADES DE LA ORACIÓN
1. --- Entre todas
las oraciones, la oración dominical es manifiestamente la principal.
A) En efecto, posee
las cinco cualidades que se requieren en la oración. La cual debe ser confiada, recta, ordenada, devota y
humilde.
2.
--- a) Debe ser confiada para acercarnos sin vacilación al trono de la
gracia, como se dice en Hebreos 4, 16. Además debe hacerse con fe que no
desfallezca, como dice Santiago (1, 6): "Que pida
con fe, sin ninguna vacilación". Aun
racionalmente esta oración es segurísima: está formada por nuestro abogado, que
pide de manera sapientísima, en el cual están todos los tesoros de la
sabiduría, como se dice en Colosenses 2, y del cual dice Juan 1, 2-1: "Tenemos un abogado cabe el Padre, Jesucristo justo"; por lo cual dice Cipriano en su tratado sobre la
Oración Dominical: "Como con Cristo tenemos un abogado cabe el Padre por
nuestros pecados, cuando pedimos por nuestros delitos, presentemos las palabras
de nuestro abogado". También por otro motivo se ve que esta oración es
oída más seguramente y es que EL mismo que nos la enseñó la oye con el Padre,
según aquello del Salmo 90, 15: "Clamará a
Mí, y Yo lo oiré". Por lo cual
dice Cipriano: "Rogar a Nuestro Señor con sus propias palabras es hacerle una oración grata,
familiar y devota". Por lo cual nunca deja de sacarse algún fruto de esta
oración, y según San Agustín por ella se perdonan nuestros pecados veniales.
3.
--- b) Nuestra
oración debe ser también recta, de modo que el que ora le pida a Dios cosas que le
convienen. Por lo cual el Damasceno dice: "La oración
es una petición a Dios de dones que nos convienen".
En efecto, muy a menudo no es escuchada la
oración porque se piden cosas inconvenientes. Santiago 4, 3: "Pedís y no recibís porque pedís algo malo". Difícil es sin embargo saber qué es lo que se debe
pedir, así como es también muy difícil saber qué se debe desear. En efecto, no
es lícito pedir en la oración sino las cosas que es lícito desear: por lo cual
dice el Apóstol, en Rom 8, 26: "No sabemos orar como es
debido". Pero quien nos lo enseñó
es el mismo Cristo: a Él le corresponde enseñarnos lo que debemos pedir. Por lo
cual los discípulos le dijeron (Luc 11, 1: "Señor,
enséñanos a orar".
Así es que las cosas que El mismo nos enseñó a
pedir, rectísimamente se piden, por lo cual dice San Agustín: "Si oramos de manera justa y conveniente, cualesquiera que sean
las palabras que digamos, no decimos sino lo que en la oración dominical está
contenido".
4.
--- c) La oración debe ser también ordenada como el deseo mismo,
puesto que la oración muestra el deseo. El orden debido es que en nuestros
deseos y oraciones prefiramos lo espiritual a lo carnal, lo celestial a lo
terreno, según dice Mt 6, 33: "Buscad primero el reino de
Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura". Lo cual nos lo enseña el Señor a observar en esta
oración: en ella se piden primeramente las cosas celestiales y después las de
la tierra.
5. — d) La oración debe ser también devota, porque la consistencia
de la devoción es lo que hace que el sacrificio de la oración sea acepto a
Dios, según el Salmo LXII, 5-6: "En tu
nombre alzaré mis manos: y mi alma se saciará de Ti como de médula y
suculencia". A menudo por el mucho
hablar se embota la devoción, por lo cual el Señor nos enseña a evitar la
demasiada prolijidad en las palabras, según Mt 6, 7: "Al orar no multipliquéis las palabras". Agustín le dice a Proba: "Que no haya en la oración muchas palabras; pero no se deje de
mucho suplicar si persevera el esfuerzo fervoroso".
Por
lo cual el Señor instituyó esta breve oración [del
Padrenuestro],
6.
--- Por otra
parte, la devoción proviene de la caridad, que es amor de Dios y del prójimo. Y
uno y otro se manifiestan en esta oración. En efecto, para dar a conocer el
divino amor, a Él lo llamamos Padre; y para dar a conocer el amor al prójimo
oramos en general por todos diciendo: "Padre nuestro, y perdónanos nuestras deudas". A lo
cual nos lleva el amor de nuestros prójimos.
7.
--- e) La oración debe ser también humilde, según el Salmo 101,
18: "Atendió la oración de los humildes"; y Luc 18, sobre el fariseo y el publicano; y Judit
9, 16: "Siempre te ha sido acepta la súplica
de los humildes y mansos".
Tal humildad se practica en esta oración,
porque hay verdadera humildad cuando nada fincamos en nuestras propias fuerzas
y sólo del divino poder esperamos obtenerlo todo.
II
Efectos de la oración
8. --- B) Conviene
saber que la oración produce tres bienes.
a) Primeramente es un remedio eficaz y útil contra los males. En
efecto, nos libra de los pecados cometidos. Salmo 31, 5-6: "Tú perdonaste la iniquidad de mi pecado, por lo cual orará a ti
todo hombre santo". Así oró el
ladrón en la cruz, y obtuvo el perdón; porque Jesús le dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso" (Luc 23, 43). Así oró el publicano, y volvió a su
casa justificado (Luc 18, 14).
Nos libra también del temor de los pecados que
pueden sobrevenir, de las tribulaciones y de la tristeza (Sant 5, 13: "¿Hay alguno triste entre vosotros? Que ore (con el alma
tranquila)".
También nos libra de persecuciones y de enemigos.
Salmo 108, 4: "En lugar de amarme me denigraban;
mas yo oraba".
9.
--- b) En segundo lugar es eficaz y
útil para la obtención de todos nuestros deseos. Marc 11, 24: "Todo cuanto orando pidiereis creed que lo recibiréis". Y si no somos escuchados es que no pedimos con
insistencia: "En efecto, es necesario orar siempre
y no desfallecer" (Luc 18, 1); o
no pedimos lo que más conviene para nuestra salvación. Dice Agustín: "Bueno es el Señor, que a menudo no nos concede lo que queremos
para darnos lo que más nos favorece". Ejemplo de ello hallamos en Pablo, que tres veces pidió ser librado de
un punzante tormento y no fue oído: 2 Cor 12, 8.
10.
— En tercer lugar, la oración es
útil porque nos convierte en familiares de Dios. Salmo 140, 2: "Que mi oración esté ante ti como incienso".
PADRE
NUESTRO
11. --- Advirtamos dos cosas: de qué manera Dios
es Padre y qué le debemos por ser Padre.
Se le llama Padre a causa de la manera
especial como nos creó, pues nos creó a su imagen y semejanza, imagen y
semejanza que no imprimió en las demás creaturas inferiores. Deut 32, 6:
"El mismo es tu Padre, el que te hizo y te creó".
También por razón de su gobierno: aunque
gobierna todas las cosas, a nosotros nos gobierna como a señores y las demás
cosas como a esclavas. Sab 14, 3: "Tu providencia, oh Padre, gobierna
todas las cosas"; y Sab 12, 18: "Y a
nosotros nos gobiernas con extremada consideración".
También por razón de su adopción: porque a las
otras criaturas les dio algo como pequeños regalos; mas a nosotros la heredad,
y esto porque somos sus hijos; pero por ser hijos también herederos. Dice el
Apóstol (Rom 8, 15): "No recibisteis espíritu de servidumbre en el temor,
sino espíritu de adopción, por el cual clamamos: Abba, Padre".
12. --- Le debemos cuatro cosas:
En primer lugar, honor. Mat 1, 6: "Si yo soy Padre ¿dónde está el honor que me es debido?": el cual consiste en tres cosas.
Debemos rendirle alabanzas como a Dios. Salmo
49. 23: "El sacrificio de alabanza me
honrará". Las cuales deben estar
no sólo en la boca sino también en el corazón. Isaías 29, 13: "Este pueblo me honra con los labios; pero su corazón está lejos
de Mí".
En la pureza del cuerpo por cuanto ve a El
mismo. 1 Cor 6, 20: "Glorificad a Dios y llevadlo
en vuestro cuerpo". En la equidad
de los juicios respecto al prójimo. Salmo 98, 4: "El
honor del rey ama la justicia".
13. --- En segundo lugar debemos imitarlo,
porque es nuestro padre. Jer 3, 19: "Me
llamaréis Padre y no dejaréis de marchar en pos de Mí".
Tal
imitación se perfecciona con tres cosas.
Con amor. Ef 5, 1-2: "Sed imitadores de Dios como hijos queridos y proceded con
amor". Y éste debe estar en el
corazón.
Con misericordia. En efecto, el amor debe
acompañarse de misericordia. Luc 6, 36: "Sed
misericordiosos". Y la
misericordia debe mostrarse en las obras.
Con perfección. Porque amor y misericordia
deben ser perfectos. Mt 5, 48: "Sed perfectos, como vuestro
Padre celestial es perfecto".
14.
--- En tercer lugar le debemos
obediencia. Hebr 12, 9:
"Mucho mejor es someterse al Padre de
los espíritus".
Y
esto por tres razones.
Primeramente a causa de su dominio: Él es en efecto el Señor. Éxodo 24, 7: "Haremos todas las cosas que ha indicado el Señor y seremos
obedientes".
En segundo lugar por [su] ejemplo: porque su verdadero Hijo se
hizo obediente al Padre hasta la muerte, como se dice en Filip 2, 8.
En tercer lugar por nuestra conveniencia. 2 Samuel 6, 21: "Danzaré ante el Señor que me eligió".
15.
--- En cuarto lugar le debemos paciencia
en los castigos. Prov 3, 11-12: "No
rechaces, hijo mío, la corrección del Señor; ni desmayes cuando Él te castigue.
Porque el Señor reprime a los que ama, y en ellos se complace como un Padre con
su hijo".
16.
--- Con esto
--- [con la palabra "nuestro"] --- se indica que debemos dos cosas a
nuestros prójimos.
Primeramente, amor, porque son nuestros hermanos, puesto que todos son hijos de Dios:
1 Juan 4, 20: "El que no ama a su hermano, a quien
ve, ¿cómo podrá amar a Dios, a quien no ve?"
También
respeto, porque son hijos de Dios. Mal
2, 10: "¿No es uno mismo el Padre de todos
nosotros? ¿No un solo Dios que nos ha creado? ¿Pues por qué desprecia cada uno
de vosotros a su hermano?" Rom 12,
10:
"Anticipaos unos a otros en las
señales de deferencia".
Y
todo esto por
su fruto, porque "El mismo vino a ser causa de
salvación eterna para todos los que le obedecen" (Hebr 5, 9).
QUE
ESTAS EN LOS
CIELOS
17.
--- Entre las
disposiciones que le son necesarias al que ora, la confianza tiene una gran
importancia. Santiago 1, 6: "Pídase con fe, sin
vacilar".
Por lo cual al enseñarnos el Señor a orar,
adelantó aquellas cosas por las que se engendra en nosotros la confianza: esto
es, la benignidad del Padre: por lo cual dijo "Padre
nuestro", según Luc 11,13: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre [celestial] os dará [de lo alto"] del
cielo su buen Espíritu a los que se lo pidan?"; y la grandeza de su
poder: por lo cual dijo "que estás en los cielos". También el Salmo 122, 1: "Levantaré
mis ojos a Ti, que habitas en los cielos".
18.
--- Lo cual
puede corresponder a tres cosas:
Primeramente a la preparación del que ora, pues se dice en Eccli
18, 23: "Antes de la oración prepara tu
alma". Para que se entienda que "estás en los cielos" es
lo mismo que "en la gloria celestial". A este propósito dice Mt 5, 12: "Vuestra recompensa es copiosa en los cielos".
Y tal preparación debe ser mediante la
imitación de las realidades celestiales, porque el hijo debe imitar a su padre.
Por lo cual se dice en Cor 15, 49: "Así como
hemos llevado la imagen del hombre terreno, debemos también llevar la imagen
del celeste".
También mediante la contemplación de las cosas
celestiales. Porque los hombres suelen dirigir su pensamiento más
frecuentemente al lugar donde tienen a su padre y las demás cosas que aman,
según Mt 6, 21: "Donde está tu tesoro allí está tu
corazón". Por lo cual les decía el
Apóstol a los Filipenses (3, 20): "Nuestra
morada está en los cielos".
Y mediante la aspiración a las cosas
celestiales, de modo que a quien está en los cielos no le pidamos sino las
cosas celestiales, conforme a Colos 3, 1: "Buscad las
cosas de arriba, donde está Cristo".
19.
--- En segundo lugar, las palabras
"que estás en los cielos" pueden referirse a la facilidad del que
oye, porque entonces está más cercano a nosotros; y así, "que estás en los
cielos" entiéndase que es lo mismo que en los Santos, en los que Dios habita,
conforme a Jer 14, 9: "Tú estás en nosotros,
Señor". En efecto, a los Santos se
les llama cielos, conforme al Salmo 18, 2: "Los cielos
cuentan la gloria de Dios".
Ahora bien, Dios habita en los Santos por la
fe: Ef 3, 17: "Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones".
Por
la caridad: 1 Juan 4, 16: "El que permanece en la
caridad, en Dios permanece, y Dios en él".
Por el cumplimiento de los mandamientos: Juan
14, 23: "Si alguno me ama, observará mi
doctrina; y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en él".
20.
--- En tercer lugar, las palabras "que estás en los cielos" pueden referirse a la omnipotencia del que nos oye; y así, que por
cielos entendamos los cielos materiales; no porque Dios esté encerrado en los cielos
materiales, porque está escrito en Reyes 8, 27: "Los
cielos y los cielos de los cielos no pueden contenerte"; sino para dar a entender: que Dios es de penetrante
observación, porque ve desde muy alto. Salmo 101, 20: "Ha mirado desde su santa altura"; que es sublime en su poder, según el Salmo 102, 19: "El Señor dispuso su asiento en el cielo"; que es estable en su eternidad, según el Salmo 101,
13: "Mas Tú permaneces eternamente"; y también el [versículo] 28: "Y tus años no tienen fin".
Por
lo cual se dice de Cristo en el Salmo 88, 30: "Su
trono es como el día del cielo".
Y
el filósofo enseña, en su tratado "Del cielo", que a causa de su
incorruptibilidad todos han considerado que el cielo es el asiento de los
espíritus.
21. --- Con las palabras
"que estás en los cielos" se nos da confianza para orar, por tres motivos: por el poder de Aquel a quien se pide;
por la familiaridad con El; y por la conveniencia de la petición.
a) El poder de Aquel a quien se pide es sugerido si por cielos entendemos los
cielos materiales. Pues aunque no está El limitado por los cielos materiales,
como se lee en Jeremías 23, 24: Yo lleno el
cielo y la tierra; sin embargo se dice
que Él está en los cielos materiales para indicar dos cosas: tanto la virtud de su poder como la
sublimidad de su naturaleza.
22.
--- Lo primero es contra los que dicen
que todo ocurre necesariamente por la determinación de los cuerpos celestiales:
tanto que sería inútil pedirle algo a Dios por la oración. Pero esto es una
estulticia, porque si se dice que Dios está en los cielos es precisamente como Señor de los mismos cielos y de
las estrellas, conforme al Salmo 102, 19: "El Señor
en el cielo asentó su trono".
23.
--- Lo segundo es contra aquellos que
al orar idean e inventan imágenes corporales de Dios. Por eso se dice que está
en los cielos para que por aquello que en las cosas sensibles es lo más
elevado, se exprese que la divina sublimidad todo lo excede, aun los deseos y
la comprensión de los hombres; de modo que todo lo que se pueda pensar o desear
es menor que Dios. Por lo cual se dice en Job 36, 26: "¡Qué grande es Dios, que sobrepuja a nuestra ciencia!"; en el Salmo 112, 4: "Excelso
es el Señor sobre todas las gentes"; en
Isaías 40, 18: "¿A quién habéis asemejado a
Dios?".
24.
--- b) La familiaridad con Dios se nos
muestra si por cielos se toma a los Santos. En efecto, ya que algunos dijeron
que El por su excelsitud no cuida de las cosas humanas, conviene saber que está
muy cerca de nosotros, o más bien nos es íntimo, pues se dice que está en los
cielos, esto es, en los Santos, a quienes se les llama cielos, conforme al
Salmo 18, 2: "Los cielos cuentan la gloria de
Dios"; y Jerem 14, 9: "Tú, Señor, estás con nosotros".
25.
--- Esto
produce confianza en los que oran, por dos motivos.
Primero por
la proximidad de Dios, según el Salmo 144, 18: "Muy
cerca está el Señor de todos los que lo invocan". Por lo cual nos dice en Mt 6, 6: "Mas tú, cuando vayas a orar entra en tu aposento", a saber, el del corazón.
Segundo, porque
por la intercesión de los santos podemos obtener lo que pedimos, según Job 5,
1: "Dirígete a alguno de los Santos"; Sant 5, 16: "Orad los
unos por los otros para que seáis salvos".
26.
--- c) Diciendo "que Él está
en los cielos" la oración tiene idoneidad y conveniencia, si por cielos se
entienden los bienes espirituales y eternos, en los cuales consiste la
bienaventuranza, por dos razones.
Primeramente, porque con estas palabras se inflaman nuestros deseos por las cosas
celestiales. En efecto, nuestros deseos deben tender a donde tenemos a nuestro
Padre, porque allí es donde está nuestra heredad. Colos 3, 1: "Buscad las cosas que son de arriba". 1 Pedro 1, 4 nos habla de "la herencia
inmarcesible" que nos está "reservada
en los cielos".
En
segundo lugar,
porque esto nos convida a que nuestra vida sea celestial, a fin de que seamos
conformes con el Padre Celestial, según 1 Cor 15, 48: "Como el celeste, así serán los celestes".
Y estas dos cosas ---el deseo de lo celestial
y una vida celestial--- nos hacen idóneos para pedir, pues por ellas es digna
la oración.
Primera Petición
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
27.
--- Esta es la
primera petición. En ella pedimos que su nombre se manifieste y se proclame por
nosotros.
Ahora bien, el nombre de Dios es antes que nada admirable,
porque en todas las criaturas opera maravillas. Por lo cual dice el Señor en
Marc 16, 17: "En mi nombre expulsarán demonios,
hablarán en lenguas nuevas, cogerán serpientes y aunque beban algo envenenado
no les hará daño".
28.
--- En segundo lugar es amable. Hechos
4, 12: "No se nos ha dado bajo el cielo otro
nombre por el que debamos salvarnos". Ahora bien, la salvación debe ser amada por todos. Ejemplo tenemos en San Ignacio,
quien amó tanto el nombre de Cristo, que habiéndole pedido [Emperador] Trajano
que negara ese nombre, le respondió que no podría quitárselo de la boca; y como
aquél lo amenazara con cortarle la cabeza y quitarle así a Cristo de su boca,
respondió Ignacio: "Aunque me lo quites de la
boca, nunca podrás arrancarlo de mi corazón: porque tengo escrito este nombre
en mi corazón, y por lo mismo no puedo dejar de invocarlo".
Habiendo
oído esto Trajano, y deseoso de comprobarlo, habiéndole cortado la cabeza al
siervo de Dios, ordenó que se le extrajera el corazón, y se halló escrito en él
con letras de oro el nombre de Cristo. En efecto, había puesto ese nombre en su
corazón como un sello.
29.
--- En tercer lugar, es venerable.
Dice el Apóstol en Fil 2, 10: "Que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los infiernos".
En el cielo: Ángeles y Santos.
En
la tierra: los hombres de este mundo, que
tal hacen o por el deseo de alcanzar la gloria o por temor al castigo del que
huyen.
Y
en los infiernos los condenados, que tal hacen por pavor.
30.
--- En cuarto lugar, [el nombre de
Dios] es inexplicable porque las lenguas todas no bastan para expresarlo
[suficientemente].
Pero se trata de hacerlo con ayuda de las
criaturas. Y así [a Dios] se le llama roca, por razón de su fortaleza: Mt 16. 18: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia".
También se le llama fuego, porque purifica: porque
así como el fuego purifica los metales, así Dios purifica los corazones de los
pecadores. Por lo cual dice el Deut 4, 24: "Tu Dios es
un fuego devorador".
También luz, porque ilumina: así como la luz aclara las
tinieblas, así el nombre de Dios disipa las tinieblas de nuestro entendimiento.
Salmo 17, 29: "Dios mío, ilumina mis
tinieblas".
31.
--- Así es que
pedimos que el nombre de Dios sea manifestado, para que sea conocido y tenido
por Santo.
La palabra Santo
tiene tres significaciones.
Santo es lo mismo que inmutable. Y así a todos
los bienaventurados que están en el cielo se les llama Santos porque son
inquebrantables en la eterna felicidad.
32.
--- En segundo lugar, Santo es lo
mismo que no terreno. Por lo cual los Santos que están en el cielo no tienen
ningún afecto terreno. Por lo que dice el Apóstol en Fil 3, 8: "Todas las cosas las tengo por inmundicias, por ganar a
Cristo".
Con
la palabra tierra se designa a los pecadores.
Primeramente por razón de lo que engendran. Porque así como la tierra, si no se
cultiva, produce espinas y abrojos, así también el alma del pecador, si no es
cultivada por la gracia, no da sino las espinas y los abrojos de los pecados:
Gen 3, 18: "Espinas y abrojos te producirá".
En segundo lugar, por su oscuridad. En efecto, la tierra es
oscura y opaca: y así también el [alma del] pecador es tenebrosa y opaca. Gen
1, 2: "Las tinieblas cubrían la superficie
del abismo".
En tercer lugar, por razón de su condición. Porque la tierra
es un elemento que se disgrega si no se lo impide la humedad del agua: porque
Dios estableció la tierra sobre las aguas, según el Salmo 135, 6: "Sobre las aguas afirmó la tierra", porque con la humedad del agua se detiene la aridez
o sequedad de la tierra. De manera semejante, el pecador tiene el alma seca y
árida, según el Salmo 142, 6: "Como tierra sin agua, mi alma
sin Ti".
33. --- En tercer lugar, Santo significa
también "teñido en sangre". Por eso a los Santos que están en el cielo
se les llama Santos porque están teñidos en sangre, según el Apoc 7, 14: "Estos son los que vienen de la gran tribulación, y lavaron sus
vestiduras en la sangre del cordero". Asimismo Ibíd. 1, 5: "Nos lavó de nuestros pecados
con su sangre".
Segunda Petición
VENGA A NOS TU REINO
34.
--- Como está
dicho, el Espíritu Santo hace que amemos, deseemos y pidamos rectamente.
Y primeramente causa en nosotros el temor por el que tratamos de que sea santificado el nombre
de Dios.
Otro don
es el don de piedad. La piedad es propiamente un afecto tierno y devoto al Padre, y también
a todo hombre que se halle en la miseria.
Como Dios es ciertamente nuestro Padre, no
solamente debemos reverenciarlo y temerlo, sino que también debemos tenerle un
amor tierno y delicado. Y este afecto es el que nos hace pedir que venga el
reino de Dios. Tit 2, 12-13: "Vivamos en este siglo con
piedad y justicia, aguardando la feliz esperanza y la manifestación de la
gloria del gran Dios".
35.
--- Mas se
podría preguntar: El reino de Dios siempre ha existido: ¿por qué pues pedimos
que venga?
Debemos
responder que esto puede entenderse de tres maneras.
A)
En primer lugar
porque algunas veces un rey tiene tan sólo el derecho del reino o del señorío;
y sin embargo aún no se declara el dominio de ese mismo reino porque la gente
del reino aún no se le sujeta. Luego su reinado o dominio se declarará cuando
la gente del reino se le sujete.
Ahora bien, por sí mismo y por su naturaleza
Dios es el Señor de todo. Dan 7, 14: "A Él se le
dio el poder, el honor y el reino". Es
necesario, por lo tanto, que todo le esté sometido. Pero esto no se ha
realizado aún, sino que se realizará al fin del mundo. 1 Cor 15, 25: "Él debe reinar hasta que ponga a todos sus enemigos a sus pies".
Por lo cual pedimos y decimos:
"Venga a nos tu reino".
36.
--- Y esto lo
pedimos en cuanto a tres cosas: que los pecadores se conviertan y sean salvados por
la gracia de Dios; que los pecadores
sean castigados en la vida presente para su conversión para que escapen el
castigo eterno; que los pecadores contumaces en impenitencia final sean
castigados; y la muerte destruida.
Porque los hombres están sometidos a Cristo de
dos maneras: o voluntariamente, o a la
fuerza. Como, en efecto, la voluntad de Dios es de tal manera eficaz que se
tiene que cumplir totalmente y Dios quiere que todas las cosas se le sometan a
Cristo, una de esas dos maneras será necesaria: o sea, que o el hombre haga la voluntad de Dios sometiéndose uno
a sus mandatos, y esto es lo que hacen los justos; o que Dios haga con todos su propia voluntad
castigándolos, y esto hará con los pecadores y con sus enemigos. Lo cual será en el fin del mundo. Salmo 109, 1:
cuando "ponga a tus enemigos de escabel de
tus pies".
Por lo cual les es dado a los santos (los
justos que viven en el estado de gracia santificante) el pedir que venga el
reino de Dios, o sea, que se le sometan aquéllos totalmente.
Más para los pecadores contumaces es algo
horrible, porque el pedir que venga el reino de Dios no es sino que por
voluntad de Dios se les someta a los suplicios. Amos 5, 18: "¡Ay de los [pecadores] que ansían el día del Señor!".
Pero con esto se destruirá la muerte. En
efecto, como Cristo es la vida, en su reino no puede existir la muerte, que es
lo contrario de la vida. Por lo cual se dice en 1 Cor 15, 26: "El último enemigo en ser destruido será la muerte".
Y esto ocurrirá en la resurrección. Fil 3, 21:
"Transformará nuestro vil cuerpo en un cuerpo
semejante al suyo glorioso".
37.
— B) En segundo lugar el reino de los
cielos se llama gloria del paraíso. Ni es de admirar, porque reino no significa
sino gobierno. Y se da el mejor gobierno donde nada hay contra la voluntad del
gobernante. Ahora bien, la voluntad de Dios es la salvación de los hombres,
porque Él quiere que [todos] los hombres se salven (cf. 1 Tim 2, 4). Y esto
será principalmente en el paraíso, donde no habrá nada contrario a la salvación
de los hombres. Mt 13, 41: "Los ángeles quitarán de su
reino todos los escándalos". Mas
en este mundo hay muchas cosas contrarias a la salvación de los hombres. Así es
que cuando pedimos "Venga a nos tu reino" oramos para ser partícipes
del reino celestial y de la gloria del paraíso.
38.
--- Y este
reino es sobremanera deseable por tres motivos.
Primeramente por la soberana justicia que en él hay. Isaías 60, 21: "Tu pueblo: todos justos". Y si bien aquí los malos están mezclados con los buenos, allá no habrá
ningún malo y ningún pecador.
39.
— También por su perfectísima libertad. Pues aquí no existe la
libertad, aunque todos naturalmente la desean; pero allá habrá libertad plena
contra toda clase de esclavitud. Rom 8, 21: "La
criatura misma será liberada [de la esclavitud] de la corrupción". Y no sólo serán todos libres sino que también serán
reyes: Apoc 5, 10: "Nos hiciste reyes para
nuestro Dios".
La razón de ello es que todos tendrán la misma
voluntad con Dios; y Dios querrá todo lo que los santos quieran, y éstos lo que
Dios quiera: de modo que al hacerse la voluntad de Dios se hará la de ellos. Y
por lo mismo todos reinarán, pues se hará la voluntad de todos, y el Señor será
la corona de todos. Isaías 28, 5: "En aquel
día el Señor de los ejércitos será corona de gloria y diadema de gozo para el
resto de su pueblo".
40.
--- También por su maravillosa plenitud [de bienes]. Isaías 64,
4: "Ningún ojo ha visto, sino sólo Tú, oh Dios, lo
que has preparado para los que te están aguardando". Salmo 102, 5: "Él es el
que sacia con sus bienes tus deseos".
Y
adviértase que
el hombre hallará todo en solo Dios más excelentemente y más perfectamente que
todo cuanto encuentre en el mundo. Si buscas el deleite, el supremo deleite
encontrarás en Dios; si riquezas, en El encontrarás toda la abundancia que da
su razón de ser a las riquezas; y así en cuanto a lo demás. Dice San Agustín en
sus Confesiones: "Cuando el alma fornica alejándose
de ti, fuera de ti busca las cosas puras y límpidas que no encuentra sino
cuando vuelve a ti".
41.
--- C) El tercer motivo [de pedir a Dios
que venga su reino] es que algunas veces reina en este mundo el pecado. Y esto
ocurre cuando el hombre está de tal manera dispuesto que sigue inmediatamente y
hasta el final su inclinación al pecado. Dice el Apóstol en Rom 6, 12: "Que no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal"; sino que Dios debe reinar en tu corazón. Isaías 7, 7:
"Sion, reinará tu Dios". Y esto ocurre cuando está presto a obedecer a Dios y
a observar todos sus mandamientos. Así es que cuando pedimos que venga el reino
de Dios, pedimos que no reine en nosotros el pecado, sino Dios.
42.
--- Por esta
misma petición llegaremos a la bienaventuranza, de la que se dice en Mt 5, 4: "Bienaventurados los mansos". En efecto, según la primera explicación [del "venga a nos tu reino"], por desear el hombre que Dios sea el Señor de todos, no se venga de la
injuria que se le infiera, sino que se la deja a Dios. Porque si te vengaras,
no desearías que viniese su reino.
Y
según la
segunda explicación, si esperas su reino, o sea, la gloria del paraíso, no
debes preocuparte si pierdes los bienes de este mundo.
Asimismo según la tercera explicación, si
pides que Dios reine en ti y su Cristo, como Él fue mansísimo, también tú debes
ser manso. Mt 11, 29: "Aprended de Mí que soy
manso". Hebr 10, 34: "Con alegría aceptasteis el despojo de vuestros bienes".
Tercera Petición
HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
43. --- El tercer don que produce en
nosotros el Espíritu Santo se llama don de ciencia.
En efecto, el mismo Espíritu Santo no sólo
produce en los buenos el don de temor y el don de piedad, que es, como ya se
dijo, un delicado amor a Dios, sino que también hace sabio al hombre. Y esto lo
pedía David en el Salmo 118, 66, diciendo: "Enséñame
la bondad, la sabiduría y la ciencia". Y esta es la ciencia por la que se vive rectamente y que el Espíritu
Santo nos enseñó.
Entre las cosas relativas a la ciencia y a la
sabiduría del hombre la más importante es la prudencia por la que el hombre no
se fía en su propio sentir. Prov 3, 5: "No
descanses en tu propia prudencia". En
efecto, los que presumen de su propio juicio, de modo que no dan crédito a los
demás, sino sólo a sí mismos, siempre son tenidos y juzgados como insensatos.
Proverbios 26, 12: "¿Has visto a un hombre que se
cree sabio? Habrá que esperar más de un insensato que de él".
En efecto, que el hombre no crea en su propio
juicio procede de la humildad, porque donde hay humildad hay sabiduría, como se
dice en Prov 11, 2. Los soberbios, en cambio, confían demasiado en sí mismos.
44.
--- Así es que
por el don de ciencia el Espíritu Santo nos enseña a no hacer nuestra voluntad
sino la voluntad de Dios. Y así por este don le pedimos a Dios que se haga su
voluntad así en la tierra como en el cielo. Y en esto se manifiesta el don de
ciencia.
Así es que se le dice a Dios: "Hágase tu
voluntad", como sí estuviese uno enfermo, y al aceptar algo del médico, no
quiere exactamente sino lo que sea la prescripción del médico, pues si lo
quisiera por su sola voluntad, necio sería. Nosotros, igualmente, nada debemos
pedirle a Dios sino que haga de nosotros lo que sea su voluntad, o sea que se
cumpla su voluntad en nosotros.
En efecto, el corazón del hombre es recto
cuando concuerda con la voluntad divina. Esto es lo que hizo Cristo: Juan 6,
38: "He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me ha enviado". En efecto, Cristo en cuanto Dios tiene una misma voluntad con el Padre;
pero en cuanto hombre tiene voluntad distinta de la del Padre: y en cuanto a
esta voluntad El declara que no hace su voluntad sino la del Padre. Y por esto
nos enseña a orar y pedir: "Hágase tu voluntad".
45.
--- Pero ¿qué
es lo que se está diciendo? ¿Acaso no se dice en el Salmo 113, 3 que "hizo
todo lo que quiso"? Si [Dios] hace todo lo que quiere en el cielo y en la tierra,
¿qué significa esto otro que [Cristo] dice: "Hágase tu voluntad así en la
tierra como en el cielo"?
46.
--- En cuanto a
esto debemos saber que Dios quiere de nosotros tres cosas, y nosotros pedimos que éstas se cumplan.
A) Lo primero que Dios quiere para nosotros es que poseamos la
vida eterna. En efecto, quien hace una cosa por algún fin, desea de ella
aquello por lo que la hizo. Ahora bien, Dios hizo al hombre, mas no para nada,
porque, según se dice en el Salmo 88, 48, "¿Acaso
creaste en vano a todos los hijos de los hombres?". Así es que para algo creó a los hombres; mas no para
los placeres, porque también los animales los tienen, sino para que posean la
vida eterna. Luego el Señor quiere que el hombre posea la vida eterna.
47.
--- Siempre que
una cosa alcanza aquello para lo que fue hecha, se dice que se salva; más
cuando no lo alcanza se dice que esa cosa se pierde. Ahora bien, Dios hizo al
hombre para la vida eterna. Así es que cuando el hombre consigue la vida
eterna, se salva; y tal es la voluntad de Dios: Juan 6, 40: "La voluntad de mi Padre que me ha enviado es que todo aquel que
ve al Hijo y cree en El, posea la vida eterna".
Esta voluntad ya se cumplió en los Ángeles y
en los Santos que están en la patria, porque ven a Dios y lo conocen y gozan de
Él.
Pero nosotros deseamos que así como se ha
realizado la voluntad de Dios en los bienaventurados que están en los cielos,
también se realice en nosotros que estamos en la tierra. Y esto es lo que
pedimos al orar así: "Hágase tu voluntad" en nosotros que estamos en la tierra, así como se
cumple en los santos que están en el cielo.
48.
--- B) También
es voluntad de Dios respecto a nosotros que guardemos sus mandamientos. En
efecto, cuando alguien desea algo, no sólo quiere lo que desea, sino todas las
cosas por las que alcanza aquello. Así el médico que desea que [el enfermo]
obtenga la salud, quiere también la dieta, la medicina y lo demás de este
género.
Ahora
bien, Dios quiere que poseamos la vida eterna. Mt 19, 17: "Si quieres entrar en la vida eterna, guarda los
mandamientos". Así es que Él
quiere que cumplamos los mandamientos. Rom 12, 1: "Que nuestra obediencia sea conforme a la razón", ib. 2: "para que distingáis
cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta".
Es
buena por ser útil: Isaías 48, 17: "Yo soy el
Señor que te enseña lo que es provechoso".
Es del agrado de quien lo ama; y aunque no es
agradable para los demás, sin embargo es deleitosa para el que ama. Salmo 96,
11: "La luz sale para el justo, y la alegría para los
de recto corazón".
Es
perfecta por ser honesta: Mt 5, 48: "Sed
perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto".
Así es que cuando decimos "Hágase tu
voluntad", oramos por nuestro cumplimiento de los mandatos de
Dios.
Ahora bien, esta voluntad de Dios se cumple en
los justos, pero aún no en los pecadores. A los justos se les designa por el
cielo; a los pecadores, por la tierra.
Así es que pedimos que se haga la voluntad de
Dios "así en la tierra", o sea, en los pecadores, "como en el
cielo", esto es, en los justos.
49.
--- Más debemos
observar que por el modo de hablar se nos revela la doctrina. En efecto, no
dice Haz, ni
tampoco Hagamos, sino que dice: "Hágase tu voluntad", porque dos cosas son necesarias para
la vida eterna, a saber, la gracia de Dios y la voluntad del hombre, pues
aunque Dios haya hecho al hombre sin el hombre, sin embargo no lo justifica sin
él. San Agustín dice en su Comentario sobre San Juan: "Quien te creó sin ti no te justificará sin ti", porque Él quiere que el hombre coopere. Zac 1, 3: "Convertíos a mí y Yo me convertiré a vosotros". Y el Apóstol, 1 Cor 15, 10: "Por la gracia de Dios soy lo que soy, y la gracia de Dios no ha
sido estéril en mí".
Así es que no presumas de ti mismo, sino que
confía en la gracia de Dios, ni tampoco te descuides sino que pon tu esfuerzo.
Por lo cual no se dice "Que hagamos", para que no parezca que nada tiene que hacer la
gracia de Dios; ni tampoco se dice "Haz",
para que no parezca que nada tienen que
hacer nuestra voluntad y nuestro esfuerzo; sino que se dice "Hágase" por la
gracia de Dios, a la que se agrega nuestro cuidado y nuestro esfuerzo.
50.
--- C) Lo tercero que Dios quiere de
nosotros es que el hombre sea restituido al estado y dignidad en que fue creado
el primer hombre, la cual fue tan grande que su espíritu y su alma no sufrían
ninguna oposición de la carne y de la sensualidad.
En efecto, mientras el alma estuvo sujeta a
Dios, tan sujeta estuvo la carne al espíritu que no experimentó ni la
corrupción de la muerte o de enfermedad alguna ni otras alteraciones; pero
desde que el espíritu y el alma, que era el medio entre Dios y la carne, se le
rebeló a Dios por el pecado, empezó entonces a experimentar la muerte y las
enfermedades, y una continua rebelión de la sensibilidad contra el espíritu.
Rom 7, 23: "Advierto otra ley en mis miembros
que resiste a la ley de mi razón"; y
Gal. 5, 17: "La carne tiene apetencias contrarias
al espíritu y el espíritu las tiene contrarias a la carne". Así hay una guerra incesante entre la carne y el
espíritu, y el hombre continuamente se echa a perder por el pecado.
Sin embargo, la voluntad de Dios es que el
hombre sea restablecido en su primer estado, o sea, que en su carne no haya
nada contrario a su espíritu: 1 Tes 4, 3: "La
voluntad de Dios es vuestra santificación".
51.
--- Ahora bien,
esta voluntad de Dios no puede cumplirse en esta vida sino que se cumplirá con
la resurrección de los Santos, cuando sus cuerpos resucitarán glorificados, y
serán incorruptibles y espléndidos: 1
Cor
15, 43: "Sembrado en la ignominia, resucitará en la gloria".
Sin embargo, la voluntad de Dios está en los
justos en cuanto al espíritu por su justicia, su ciencia y su vida. Por lo
cual, cuando decimos "Hágase tu voluntad" oramos por que eso sea
también en nuestra carne. De modo que por cielo entendemos nuestro espíritu,
por tierra nuestra carne, para que este sea el sentido: "Hágase tu
voluntad" así "en la tierra", esto es en nuestra carne,
"como" se cumple "en el cielo", esto es en nuestro espíritu
por la justicia.
52.
--- Por esta
petición llegamos a la bienaventuranza de las lágrimas, de la que dice San
Mateo 5, 5: "Bienaventurados los que lloran,
porque serán consolados". Y esto
conforme a cualquiera de tres explicaciones.
Según la primera deseamos la vida eterna: pues bien, por el amor a
ella somos inducidos al llanto: Salmo 119, 5: "Ay
de mí, porque mi destierro se ha prolongado". Y este anhelo de los santos es tan vehemente que por
esto desean la muerte, la cual de por sí es de huírsele: 2 Cor 5, 8: "Con buen
ánimo preferimos mejor salir de este cuerpo y vivir en la presencia de
Dios".
Según la segunda explicación, los que guardan los mandamientos están
en la aflicción, porque aunque éstos son dulces para el alma, sin embargo para
la carne son amargos, a la que continuamente mortifican: Salmo 125, 5: "Cuando iban sembraban llorando", en cuanto a la carne; "más
cuando vuelvan vendrán con gran regocijo", en cuanto al alma.
Según la tercera explicación, de la lucha que continuamente existe
entre la carne y el espíritu proviene el llanto. En efecto, no es posible que
el alma no sea debilitada cuando menos por los pecados veniales, por parte de
la carne: y por esto, para expiarlos, está en llanto: Salmo 6, 7: "Cada noche", o sea
durante las tinieblas de mis pecados, "baño mi
lecho", esto es, mi conciencia. Y
quienes así lloran llegan a la Patria, a la que Dios nos conduzca.
Cuarta Petición
DANOS
HOY NUESTRO PAN
DE CADA DÍA
53.
--- Muchas
veces sucede que por su gran ciencia y sabiduría el hombre se vuelve tímido.
Por lo cual es necesaria la fortaleza del corazón, para que no desfallezca en
sus necesidades. Isaías 40, 29: "Él es el
que al cansado da vigor, y a los que no lo están les multiplica la fuerza y el
vigor". Porque esta fortaleza la
da el Espíritu Santo: Ez 2, 2: "Entró en mí el Espíritu y me
hizo tenerme en pie".
Más la fortaleza que el Espíritu Santo da es
para que el corazón del hombre no desfallezca por temor de [carecer de] las
cosas necesarias, sino que firmemente crea que todas las cosas que le son
necesarias le serán concedidas por Dios. Por lo cual el Espíritu Santo, que da
esa fortaleza, nos enseña a pedirle a Dios: "Danos hoy nuestro pan de cada
día". Por lo cual se le llama Espíritu de fortaleza.
54.
--- Más debemos
saber que en las tres peticiones precedentes se piden bienes espirituales que
tienen su principio en este mundo pero que no se perfeccionan sino en la vida
eterna.
Así es que cuando pedimos que sea santificado
el nombre de Dios, lo que pedimos es que su santidad sea conocida.
Cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo
que pedimos es ser partícipes de la vida eterna.
Cuando rogamos que se haga la voluntad de
Dios, lo que pedimos es que se cumpla en nosotros su voluntad. Y aunque todas estas cosas comienzan en este
mundo, sin embargo, no se pueden tener perfectamente sino en la vida eterna.
Por lo cual fue necesario que pidamos algunos
bienes indispensables que se pudiesen poseer perfectamente en la presente vida.
Por eso el Espíritu Santo nos enseñó a pedir
los bienes que son necesarios en la presente vida y que aquí se poseen
perfectamente. Y a la vez se nos muestra que también los bienes temporales se
nos dan por la providencia de Dios. Y esto es lo que se expresa así:
"Danos hoy el pan nuestro de cada día".
55.
--- Con estas
palabras nos enseñó Cristo a evitar cinco pecados que se cometen habitualmente por el apetito
de las cosas temporales.
El primer pecado es que el hombre, por un apetito inmoderado
pide cosas que exceden a su estado y condición, no contento con lo que le es
conveniente. Por ejemplo, si siendo soldado desea vestirse no como soldado sino
como conde; si siendo clérigo, no como clérigo sino como Obispo. Y este vicio
aparta a los hombres de las cosas espirituales, en cuanto liga excesivamente
sus deseos a las cosas temporales.
Pues este vicio nos enseñó el Señor a evitarlo
al enseñarnos a pedir tan sólo pan, o sea, los bienes necesarios para la presente vida según la condición
de cada quien: cosas todas que se comprenden con el nombre de pan. Por lo cual
no nos enseñó a pedir cosas delicadas, ni muchas, ni exquisitas, sino pan, sin
el cual la vida del hombre no es posible porque es [el alimento] común a todos.
Eccli 29, 28: "Lo primero para la vida del hombre
son el pan y el agua". Dice el
Apóstol en 1
Tim 6, 8: "Teniendo comida y con qué vestir,
estemos contentos con eso".
56.
--- El segundo vicio consiste en que
algunos en la adquisición de los bienes temporales perjudican y defraudan a los
demás. Este vicio es tan peligroso cuanto difícil es restituir los bienes
robados. Pues no se perdona ese pecado si no se restituye lo robado, según San
Agustín. Y este vicio nos enseñó El a evitarlo enseñándonos a pedir nuestro pan, no el ajeno. Y los
ladrones no comen su pan, sino el ajeno.
57.
--- El tercer vicio consiste en la
excesiva solicitud. En efecto, hay algunos que nunca están contentos con lo que
tienen, sino que siempre quieren más. Lo cual es inmoderado, porque el deseo
debe moderarse conforme a la necesidad. Prov 30, 8: "No me des ni riquezas ni pobreza; dame solamente lo necesario
para mi subsistencia". Y Él nos
enseñó a evitar este pecado diciendo: "El pan nuestro de cada día", o sea de un
solo día o de una sola unidad de tiempo.
58.
--- El cuarto vicio es la inmoderada
voracidad. En efecto, hay quienes en un solo día desean gastar tanto que les
bastaría para muchos días: estos no piden el pan de cada día sino el de diez
días. Y como gastan demasiado resulta que todo se lo acaban. Prov 23, 21: "Dedicados a la bebida y a pagar su parte en comilonas, se
arruinarán". Eccli 19, 1: "El obrero borracho no se enriquecerá".
59.
--- El quinto vicio es la ingratitud.
Que alguien se ensoberbezca por las riquezas y no reconozca que las tiene de
Dios es algo demasiado malo. Porque todo lo que tenemos, tanto lo espiritual
como lo temporal, proviene de Dios. 1 Paral 29, 14: "Tuyas son todas las cosas, de tu mano las hemos recibido". Por lo cual, para descartar este vicio dice El: "Danos" y "el
pan nuestro", para que sepamos que todos nuestros bienes vienen de Dios.
60.
--- Y de esto
tenemos una prueba: porque ocurre que alguno que tiene grandes riquezas ninguna
utilidad obtiene de ellas sino daño espiritual y temporal. Porque algunos se
perdieron por sus riquezas. Eccle 6, 1-2: "Hay otro
mal que he visto bajo el sol, mal que es frecuente entre los hombres. El hombre
a quien Dios dio riquezas y hacienda y honores, y nada le falta a su alma de
cuantas cosas desea; mas Dios no le permite disfrutar de ello, sino que un
extraño lo ha de devorar". También
Eccle 5, 12: "Las riquezas acumuladas para daño de
su dueño".
Así es que debemos pedir que nuestros bienes
nos sean útiles. Y esto lo pedimos cuando decimos: "Danos nuestro
pan", o sea, haz que los bienes nos sean útiles. Job 20, 14-15: "Su pan se convertirá dentro de su vientre en hiel de áspides.
Vomita las riquezas que engulló, y Dios se las arranca de su vientre".
61.
--- Otro vicio
es la excesiva solicitud en las cosas del mundo. Porque hay algunos que ahora
se inquietan por los bienes temporales de hasta un año entero, y cuando ya los
poseen jamás descansan. Mt 6, 31: "No andéis preocupados
diciendo: ¿qué vamos a comer? o ¿qué vamos a beber? o ¿con qué nos
vestiremos?". Por lo cual el Señor
nos enseñó a pedir que hoy se nos dé nuestro pan, o sea, lo necesario para el momento presente.
62.
--- Hay, en
verdad, otras dos clases
de pan: a saber, el pan sacramental y el pan de la palabra de Dios.
Así es que pedimos nuestro pan sacramental,
que diariamente se consagra en la Iglesia, a fin de que tal como lo recibimos
en el Sacramento se nos dé para nuestra salvación. Juan 6, 51: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo". 1 Cor 11, 29: "Quien lo
come y bebe indignamente traga y bebe su propia condenación".
El otro pan es la palabra de Dios. Mt 4, 4: "No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios".
Así es que le pedimos que nos dé el pan, esto
es, su palabra. Y de esta palabra proviene para el hombre la bienaventuranza
que es hambre de justicia. Porque cuando se poseen los bienes espirituales más
se desean; y de este deseo proviene el hambre, y de tal hambre la saciedad de
la vida eterna.
Quinta Petición
Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS, ASI COMO NOSOTROS
PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES
63. --- Hay algunos
de gran sabiduría y fortaleza; y por confiar demasiado en su capacidad no
efectúan sabiamente sus obras, ni llevan a su término lo que pretenden. Prov
20, 18: "Las empresas con el consejo se afianzan".
Pero advirtamos que el Espíritu Santo, que da
la fortaleza, da también el consejo. Porque todo buen consejo relativo a la salvación de
los hombres del Espíritu Santo procede.
Ahora bien, el consejo le es necesario al
hombre cuando vive en tribulación, como la consulta de los médicos cuando
alguien enferma. Por lo cual también el hombre, como espiritualmente está
enfermo por el pecado, para sanar debe pedir consejo.
En Daniel 4, 24 se ve que el consejo le es
necesario al pecador cuando dice [a Nabucodonosor]: "Oh rey, acepta mi consejo. Redime con limosnas tus pecados".
El mejor consejo contra el pecado es la
limosna y la misericordia. Por lo cual el Espíritu Santo enseña a los pecadores
que pidan y oren: "Perdónanos nuestras deudas".
64.
--- Por otra
parte, a Dios le debemos lo que le quitamos de su derecho. Ahora bien, derecho
de Dios es que hagamos su voluntad, prefiriéndola a la nuestra. Así es que
menoscabamos su derecho cuando preferimos nuestra voluntad a la suya; y esto es
pecado. Y los pecados son deudas nuestras. Por lo mismo el consejo del Espíritu
Santo es que le pidamos a Dios el perdón de nuestros pecados; por lo cual
decimos: "Perdónanos nuestras deudas".
65.
--- En estas
palabras podemos considerar tres cosas.
Primeramente el porqué de esta petición; en segundo lugar cuándo se cumple; en tercer lugar qué se necesita de nuestra parte para que se
cumpla.
A)
En cuanto a lo primero debemos saber que de
esta petición podemos colegir dos cosas que les son necesarias a los hombres en esta vida.
Una es
que el hombre se mantenga siempre en temor y humildad. En efecto, ha habido
algunos tan presuntuosos que enseñaron que el hombre puede vivir en este mundo
de tal manera que por sí mismo le es posible evitar el pecado. Pero esto a
nadie le ha sido dado sino sólo a Cristo, que poseyó el Espíritu sin medida, y
a la Santísima Virgen, que fue la llena de gracia, concebida Inmaculada sin
pecado original, en la que no hubo ningún pecado, como dice San Agustín: "De ella (o sea de la
Virgen) no quiero hacer ninguna mención cuando se
trata del pecado". Pero a ninguno
de los otros Santos se le concedió el no incurrir al menos en algún pecado
venial: 1 Juan 1, 8: "Si decimos que no tenemos
pecado nos engañamos nosotros mismos y no hay verdad en nosotros".
Esto mismo se demuestra por esta petición. En
efecto, es evidente que a todos, aun a los mismos Santos, les conviene decir
estas palabras del "Padre Nuestro": "Perdónanos nuestras
deudas". Así es que todos reconocen y confiesan que son pecadores y
deudores.
Por
lo tanto, como eres pecador, debes temer y humillarte.
66.
--- La otra enseñanza es que vivamos
siempre en la esperanza; porque aun cuando somos pecadores no debemos
desesperar, no sea que la desesperación nos lleve a mayores y diversos pecados,
como dice el Apóstol en Ef 4, 19: "Los
cuales, desesperados, se entregaron a la disolución, en la práctica de toda
especie de impureza". Luego
conviene que siempre esperemos; porque por más pecador que sea el hombre debe
esperar, pues si se arrepiente y se convierte perfectamente, Dios lo perdona.
Ahora bien, tal esperanza se fortalece en nosotros cuando pedimos:
"Perdónanos nuestras deudas".
67.
--- Esta
esperanza la arrancaron los Novacianos, los cuales dijeron que quienes pecaran
[aunque fuera] una sola vez después del bautismo jamás obtendrían misericordia.
Pero esto no es verdad, puesto que la palabra de Cristo es verdadera: Mt 18,
32: "Te perdoné toda deuda porque me lo
rogaste". Así es que en cualquier
día que pidas podrás alcanzar misericordia, si ruegas con dolor de tus pecados.
Así pues, de esta petición brotan el temor y
la esperanza: porque todos los pecadores contritos y que se confiesan alcanzan
misericordia. Por lo cual era necesaria esta petición [dentro del Padre
Nuestro].
68.
--- En cuanto a
lo segundo [o
sea, cuándo es oída esta petición, de que se nos perdonen nuestras deudas],
debemos saber que en el pecado hay dos elementos: la culpa con la que Dios es ofendido y la
pena que se debe por la culpa. Más la culpa se perdona con la perfecta
contrición, que incluye el propósito de confesarse y satisfacer. Salmo 21, 5: "Confesaré, dije yo, contra mí mismo al Señor mi injusticia; y tú
perdonaste la impiedad de mi pecado". Por lo tanto no se debe desesperar puesto que para el perdón de la
culpa basta la perfecta contrición con el propósito de confesarse. [Pero como
nadie puede estar seguro de que su contrición sea perfecta, como enseña el mismo Santo Tomás
(Véase R. Sineux, o.p., Compendio de la Suma Teológica de
Santo Tomás de Aquino, t. III, p. 227.
Ed. Tradición), por eso no se puede comulgar sino después de haberse confesado debidamente.]
69.
--- Pero quizá
alguno diga: Puesto que el pecado se perdona por la perfecta contrición, ¿para
qué es necesario el sacerdote?
A)
lo cual debemos
decir que por la perfecta contrición Dios perdona la culpa, y la pena eterna se
conmuta en pena temporal; así es que queda obligado a la pena temporal. Por lo
cual, si muriese sin confesión, no por desprecio de ella sino por falta de
tiempo, iría al purgatorio, [esto —conviene insistir— en el caso de que la
contrición hubiese sido perfecta, o sea por puro amor a Dios, no por el interés
del cielo ni por el temor al infierno; pues la sola atrición, o contrición
imperfecta sin la confesión, aunque ésta se desee, no perdona los pecados
mortales…].
Así es que cuando te confieses, el sacerdote
te absuelve de esta pena por el poder de las llaves al que te has sometido al
confesarte. Y por eso dijo Cristo a los Apóstoles (Juan 20, 22-23): "Recibid el Espíritu Santo: se les perdonan sus pecados a aquellos
a quienes se los perdonareis; y se les retienen a aquellos a quienes se los
retuviereis".
Por eso cuando alguien se confiesa una vez, se
le perdona algo de esa pena y de igual manera cuando se confiesa de nuevo. Y
podría confesarse tantas veces que se le perdonara íntegra.
70.
--- Además, los
sucesores de los Apóstoles hallaron [en la fuente de la Revelación] otro modo de perdón de esta pena: a saber,
por el beneficio de las indulgencias, que para el que vive en la caridad valen
tanto cuanto expresan y cuanto prometen. Es claro que el Papa tiene este poder.
Porque muchos Santos hicieron gran número de obras buenas, y sin pecar, al
menos mortalmente; y tales obras buenas las hicieron para la utilidad de la
Iglesia. Asimismo los méritos de Cristo y de la Santísima Virgen están como en
un tesoro. Por lo cual el Sumo Pontífice, y aquellos a quienes él mismo lo conceda, pueden
distribuir esos méritos donde sea necesario.
Así pues, se perdonan los pecados no sólo en
cuanto a la culpa por la contrición, sino también en cuanto a la pena por la
confesión y por las indulgencias.
71.
--- C) Acerca
de lo tercero -[qué debemos hacer para que se cumpla esta petición del Padrenuestro]
— debemos saber que de nuestra parte se requiere que nosotros perdonemos a
nuestros prójimos las ofensas que se nos hagan. Por lo cual se dice: "así
como nosotros perdonamos a nuestros deudores", pues de otra manera Dios no
nos perdonaría. Eccli 28, 3: "Un hombre guarda encono
contra otro hombre y de Dios espera su remedio".
Luc 6, 37: "Perdonad y seréis perdonados".
Por lo cual sólo en esta petición se pone una
condición, al decir "Así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores". Por lo mismo, si no perdonas no se te perdonará.
72.
--- Más
podríais decir: yo diré las palabras precedentes, a saber,
"perdónanos", pero callaré el "así como nosotros perdonamos a
nuestros deudores".
Luego ¿acaso tratas de engañar a Cristo? Pero
seguramente que no lo engañarás. Porque Cristo, que hizo esta oración, muy bien
se acuerda de ella; por lo cual no puede ser engañado. Por lo tanto, si la
dices con la boca, ratifícala con el corazón.
73.
---- Pero
preguntémonos si el que no se propone perdonar a su prójimo deba decir
"así como nosotros perdonamos a nuestros deudores". Parece que no,
porque mentiría.
Debemos responder que no miente porque no ora
en su nombre sino en nombre de la Iglesia, la cual no es engañada. Por eso esta
petición se expresa en plural.
74.
--- Pero es de
saber que de dos modos
se perdona. Uno es
de los perfectos, o sea, que el ofendido busca al ofensor. Salmo 33, 15: "Busca la paz”. El otro es común a todos, al que
todos están obligados, o sea, que se le conceda el perdón al que lo pida. Eccli
28, 2: "Perdona a tu prójimo que te agravia,
y cuando lo pidas te serán perdonados tus pecados".
75.
--- De esto se
sigue otra bienaventuranza: "Bienaventurados los misericordiosos".
En efecto, la misericordia nos hace compadecernos
de nuestro prójimo.
Sexta Petición
Y NO NOS
DEJES CAER EN TENTACIÓN
76.
--- Algunos,
aunque pecaron, desean sin embargo obtener el perdón de sus pecados; y en
consecuencia se confiesan y hacen penitencia y sin embargo no ponen todo el
cuidado que deberían para no caer de nuevo en sus pecados. No es conveniente
que por una parte llore uno sus pecados y se arrepienta y por otra, pecando,
repita lo que llorará. Y por esto dice Isaías, 1, 16: "Lavaos, limpiaos, quitad de delante de mi vista la perversidad de
vuestros pensamientos, dejad de hacer el mal".
Y por lo mismo, como ya se dijo, Cristo nos
enseñó en la petición precedente a pedir el perdón de nuestros pecados; y en
ésta nos enseña a pedir que podamos evitar los pecados, de modo que no seamos
inducidos a la tentación por la que caemos en el pecado, con estas palabras: "Y
no nos dejes caer en tentación".
77.
--- Acerca de
esto examínense tres cosas:
Primeramente qué es la
tentación;
En
segundo lugar cómo y por quién es tentado el hombre en
tercer lugar cómo se libra de la tentación.
78.
--- En cuanto a
lo primero debemos
saber que tentar no es sino sujetar a experimento o poner a prueba: así es que
tentar a un hombre es probar su virtud.
Se sujeta a experimento o se pone a prueba la
virtud de un hombre de dos maneras, por cuanto dos cosas exige la virtud del hombre. Una consiste en que el bien que
se ha de hacer se ejecute de manera excelente; la otra en que se guarde uno del
mal. Salmo 33, 15: "Apártate del mal y obra el
bien".
Por lo tanto la virtud del hombre se pone a
prueba ora en
cuanto a que obre excelentemente, ora en cuanto a que se aleje del mal.
79.
--- En cuanto a
lo primero se
pone a prueba el hombre para saber si es pronto en el bien obrar, por ejemplo
para ayunar o algo semejante. En efecto, grande es tu virtud si se te halla
pronto para hacer el bien. Y de este modo Dios prueba a veces al hombre: no es
que se le oculte la virtud del hombre, sino para que todos la conozcan y se les
dé a todos un ejemplo. Así tentó Dios a Abraham, Gen 22, y a Job. Y por eso
Dios envía a menudo tribulaciones a los justos, para que si pacientemente las
soportan se manifieste su virtud y en ella progresen. Deut 13, 3: "El Señor vuestro Dios os tienta para que se haga patente si lo
amáis o no". Así es que de esta
manera tienta Dios al hombre, excitándolo al bien.
80.
--- En cuanto a
lo segundo, se
pone a prueba la virtud del hombre induciéndolo al mal. Y si él resiste en
verdad, y no consiente, entonces es grande su virtud; más si el hombre sucumbe
a la tentación, entonces no existe tal virtud.
Más de este modo nadie es tentado por Dios;
porque, como dice Santiago 1, 13: "Dios no
tienta a nadie para el mal",
El hombre es tentado por su propia carne, por
el Diablo y por el mundo.
81. —a) Por la carne
de dos modos. Primeramente porque la carne
instiga al mal: en efecto, la carne siempre busca sus deleites, a saber, los
carnales, en los que frecuentemente hay pecado. Y quien se detiene en las
delectaciones carnales descuida lo espiritual. Santiago 1, 14: "Cada uno es tentado por su propia concupiscencia". En segundo lugar, la carne nos tienta apartándonos del bien.
Porque el espíritu, en cuanto está de su parte, siempre se deleita en los
bienes espirituales; pero endureciendo al espíritu la carne lo entorpece. Sab
9, 15: "El cuerpo corruptible entorpece al
alma". Rom 7, 22: "Me complazco en la Ley de Dios según el hombre interior; mas yo
veo en mis miembros otra ley que resiste a la ley de mi razón y que me tiene
cautivo bajo la ley del pecado que está en mis miembros".
Y
esta tentación, a saber, la de la carne, es muy fuerte, porque nuestro enemigo,
o sea la carne, nos está íntimamente unida. Y como dice Boecio, ninguna peste
es más eficaz para hacer daño que un enemigo de casa. Por lo cual debemos estar
vigilantes contra ella. Mt 26, 41:
"Vigilad y orad para que no caigáis
en tentación".
82.
--- b) El diablo tienta de muy
fuerte manera. Porque después de vencida la carne se presenta otro [enemigo],
esto es, el Diablo, contra el cual nos toca una gran pelea cuerpo a cuerpo. San
Pablo, Ef 6, 12: "No es nuestra pelea solamente contra
la carne y la sangre, sino contra los Principados y las Potestades, contra los
adalides de estas tinieblas del mundo". Por lo cual [al diablo] característicamente se le llama el tentador. 1
Tes 3, 5:
"No fuera a ser que el tentador os
hubiera tentado".
Pero en sus tentaciones procede con suma
astucia. En efecto, tal como un hábil general que asedia una fortaleza,
considera los puntos débiles de aquel a quien quiere atacar, y lo tienta por la
parte en que el hombres es más débil. Y por eso lo tienta en aquellos vicios a
los que, vencida ya la carne, más inclinados están los hombres, como son la
ira, la soberbia y otros vicios espirituales. I Pedro 5, 8: "Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, anda rondando
buscando a quién devorar".
83.
--- Cuando
tienta, el diablo hace dos cosas: porque de inmediato no le propone al que tienta un mal
manifiesto sino algo que tenga apariencia de bien, para al menos de esa manera
al principio mismo apartarlo un poco de su principal propósito, pues luego más fácilmente
lo inducirá a pecar, por poco que lo haya apartado. San Pablo en 2 Cor 11, 14: "El mismo Satanás se transforma en ángel de luz".
Después
de haber llevado al hombre a pecar, lo sujeta de tal manera que no le permite
levantarse del pecado. Job 40, 12: "Los nervios
de sus testículos son entrelazados". Así
es que el demonio hace dos cosas: porque engaña, y al engañado lo retiene en el
pecado.
84.
--- También el
mundo tienta de dos maneras.
Primeramente por
el demasiado e inmoderado afán de las cosas temporales. Dice el Apóstol en 1
Tim 6, 10: "Una raíz de todos los males es el
amor del dinero".
En segundo lugar amedrentándonos por medio de los perseguidores
y tiranos. Job 37, 19: "En cuanto a nosotros, estamos
envueltos en tinieblas". 2 Tim
3,12: "Todos los que quieran vivir
piadosamente en Cristo Jesús, padecerán persecución". Mt 10, 28: "No temáis a
los que matan el cuerpo".
85.
--- De esta
manera, pues, es claro qué es la tentación, y cómo es tentado el hombre y por
quién.
C) Veamos ahora cómo es liberado el hombre. Acerca de esto debemos saber que Cristo
nos enseña a pedir no que no seamos tentados sino que no caigamos en la
tentación. Porque si el hombre vence la tentación merece la corona; por lo cual
dice Santiago 1,2: "Considerad como un gran gozo,
hermanos, el encontrarse en medio de toda clase de pruebas". Eccli 2, 1: "Hijo, en
entrando al servicio de Dios... prepara tu alma para la tentación". También Santiago 1,12:
"Bienaventurado el hombre que soporta la tentación: después que fuere
probado recibirá la corona de la vida". Y por eso enseña a pedir que no caigamos en la tentación por
consentimiento. 1 Cor 10, 13: "No sufriréis tentación que
exceda lo humano". Porque el ser
tentado es propio del hombre, pero el consentir es diabólico.
86.
--- Pero ¿acaso
Dios induce al mal, pues se le dice: "No nos induzcas en tentación"?
Respondo que se dice que Dios induce al mal
permitiéndolo, esto es, por cuanto por los muchos pecados le sustrae su gracia
al hombre, y quitada ésta cae el hombre en pecado por lo cual cantamos en el
Salmo 70, 9: "Cuando me faltaren las fuerzas no me
abandones (Señor)". Pero gracias
al fervor de la caridad Dios rige al hombre para que no caiga en la tentación,
porque la caridad, por corta que sea, puede resistir a cualquier pecado. Cant
8, 7: "Las muchas aguas no pudieron
extinguir la caridad".
[Nos rige] asimismo por la luz del
entendimiento, con la cual nos instruye sobre lo que debemos hacer: porque,
como dice el Filósofo, todo pecador es ignorante. Salmo 31, 8: "Entendimiento te daré y te instruiré". Y esto lo pedía David, quien decía ---Salmo 12,
4-5---: "Alumbra mis ojos, a fin de que jamás
duerma yo el sueño de la muerte; que no diga alguna vez mi enemigo: triunfé
sobre él".
87.
--- Más esto lo
alcanzamos por el don de inteligencia. Y porque no consintiendo en la tentación
conservamos limpio el corazón, acerca de lo cual dice San Mateo 5, 8: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a
Dios"; de modo que así llegaremos
a ver a Dios, a lo cual nos conduzca El mismo.
Séptima Petición
MAS LÍBRANOS DEL MAL. AMEN.
88.
--- Arriba nos
enseñó el Señor a pedir el perdón de los pecados y cómo podemos evitar las
tentaciones. Aquí nos enseña a pedir el ser preservados del mal.
Y
esta petición
es general contra todos los males: a saber, pecados, enfermedades y
aflicciones, como dice San Agustín.
Pero como ya hablamos del pecado y de las
tentaciones, nos resta hablar de los otros males, a saber, de todas las
adversidades y aflicciones de este mundo, de las cuales Dios nos libra de cuatro maneras.
89.
--- Primeramente [hace] que no se
presente la aflicción. Pero esto ocurre raramente, porque en este mundo los
Santos son afligidos, pues, como se dice en 2 Tim 3, 12: "Todos los que
quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución". Sin
embargo, Dios le concede alguna vez a alguien él no ser afligido por el mal;
ciertamente cuando lo sabe falto de fuerzas y que no podrá resistir; así como
el médico no le da medicinas fuertes al enfermo débil. Apoc 3, 8: "He aquí que puse ante ti abierta una puerta, que nadie podrá
cerrar, en atención a tu falta de vigor".
Más en la Patria esto será [la ley] general,
pues allí nadie será afligido. Job 5, 19: "En las
seis tribulaciones", a saber, de
la presente vida, que se articula por sus seis edades, "te libertará; y a la séptima no te alcanzará el mal". Apoc
7, 16: "Ya no tendrán hambre ni sed".
90.
--- En segundo lugar, Dios nos libra
[del mal] consolándonos en las aflicciones. Porque si Dios no consolase al
hombre, no podría éste subsistir, 2 Cor 1, 8: "Fuimos
abrumados desmedidamente sobre nuestras fuerzas"; y 2 Cor 7, 6: "Pero Dios,
que consuela a los humildes, nos ha consolado". Salmo 93: "A
proporción de la multitud de los dolores de mi corazón, tus consuelos alegraron
mi alma".
91.
--- En tercer lugar, porque Dios les
hace tantos beneficios a los afligidos, que éstos dan al olvido sus males. Tob
3, 22: "Después de la tempestad, produces la
bonanza". Así, por lo tanto, no
son de temer las aflicciones y tribulaciones de este mundo, porque son
fácilmente soportables, tanto por la consolación que traen consigo como por su
brevedad. Dice el Apóstol en 2 Cor 4, 17: "Lo que al
presente son nuestras breves y ligeras aflicciones nos producen, sobre toda
medida, un ponderoso caudal de gloria eterna; porque por ellas llegamos a la vida eterna.
92.
--- En cuarto lugar porque la
tentación y la tribulación conviértanse en bien: por lo cual no se dice
"líbranos" de la tribulación, sino "del mal"; porque las
tribulaciones son para corona de los Santos; y por eso se glorían de las
tribulaciones. Dice San Pablo, Rom 5, 3: "No sólo,
sino que nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación
engendra la paciencia". Tob. 3,
13: "En el tiempo de la tribulación perdonas los
pecados".
Así es que Dios libera al hombre del mal y de
las tribulaciones, convirtiéndolos en bien, lo cual es señal de una sabiduría
consumada, pues pertenece al sabio ordenar el mal al bien; y esto lo hace El
mediante la paciencia que se tenga en las tribulaciones. Ciertamente las demás
virtudes se sirven de los bienes, pero la paciencia se sirve de los males; y
por eso sólo en los males, esto es, en las adversidades, es necesaria: Prov 19,
11:
"La ciencia de un hombre se conoce
por su paciencia".
93.
--- Por lo cual
el Espíritu Santo hace que pidamos el don de sabiduría, y por este don llegamos
a la bienaventuranza a la que nos ordena la paz, porque por la paciencia
tenemos paz lo mismo en tiempo próspero que en el adverso: y por eso los
pacíficos son llamados hijos de Dios: son semejantes a Dios, porque así como a
Dios nada lo puede dañar, tampoco a ellos, ni las cosas prósperas ni las
adversas; y por eso: "bienaventurados los
pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 9).
94.
--- La palabra
Amén es la reafirmación general de todas las peticiones.
Explicación abreviada de todo el Padrenuestro
95.
--- Para
explicarla brevemente, se debe saber que en la oración dominical se contienen
todas las cosas que se han de desear y todas las cosas de las que hemos de
huir.
Ahora bien, entre todas las cosas deseables,
lo que más se desea es lo que más se ama, y esto es Dios, y por eso
primeramente pides la gloria de Dios cuando dices:
"Santificado
sea tu nombre".
Y
de Dios son de
esperar tres cosas
para ti mismo. La primera es que alcances la vida eterna; y esto lo pides cuando dices:
"Venga a nos tu reino". La segunda es que cumplas la voluntad de Dios y su justicia; y
esto lo pides cuando dices: "Hágase tu voluntad así en la tierra como en
el cielo". La tercera es que tengas las cosas necesarias para la vida; y
esto lo pides cuando dices: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy".
Y de estas tres cosas habla el Señor en Mateo 6, 33: "Buscad primero el reino de Dios", en cuanto a lo primero; "y
su justicia", en cuanto a lo segundo; "y todo lo demás
se os dará por añadidura", en cuanto a lo tercero.
96.
--- Ahora bien,
las cosas que se han de evitar y de las que se debe huir son las contrarias al
bien. Y el bien es lo que primeramente se ha de desear, y es cuádruple, como ya se dijo.
Y
primeramente es la gloria de Dios, y a ésta ningún mal le es
contrario. Job 35, 6: "Si pecas, ¿en qué lo dañarás?.
. . si obrares bien ¿qué es lo que le das?". En efecto, la gloria de Dios resulta tanto del mal,
en cuanto castigo, como del bien, en cuanto remunera.
El segundo bien es la vida eterna. Y a ella se opone el pecado
porque ella se pierde por el pecado; y por eso, para rechazarlo decimos:
"Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros
deudores".
El tercer bien es la justicia y las buenas obras y a éste se
oponen las tentaciones, porque las tentaciones nos impiden cumplir el bien; y
para apartarlas pedimos:
"Y no nos dejes
caer en tentación".
El cuarto bien son las cosas que nos son necesarias; y a éste
se oponen las adversidades y las tribulaciones; y para apartarlas pedimos:
"Mas líbranos del mal". "Amén".
El
Ave María
PROLOGO
1. --- En esta
salutación se contienen tres cosas.
Una
parte la compuso el Ángel, a saber: "Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú
entre las mujeres".
Otra parte
la compuso Isabel, la madre de Juan
Bautista, a saber: "Bendito el fruto de tu vientre".
La tercera parte la agregó la Iglesia, a
saber: "María", porque el Ángel no dijo "Ave, María", sino
"Ave, llena de gracia".
Y este nombre, a saber, "María"
cuadra por su significado con las palabras del Ángel, como será manifiesto.
"Dios te salve" o "Yo te
saludo"
2.
--- Acerca de
lo primero hemos
de considerar que en la antigüedad era algo muy notable que los Ángeles se les
aparecieran a los hombres; y los hombres consideraban que era un honor
inestimable el mostrarles su veneración. Por lo cual la Escritura alaba a
Abraham por haber recibido en hospedaje a los Ángeles y por haberles mostrado
veneración. Ahora bien, cosa nunca oída era que el Ángel se inclinara ante un
hombre sino después de que saludó a la Santísima Virgen diciéndole reverentemente
"Dios te salve".
3.
--- Que
antiguamente no reverenciara el Ángel al hombre, sino el hombre al Ángel se
debía a que el Ángel era superior al hombre; y esto en cuanto a tres cosas:
Primeramente en cuanto a la dignidad, por ser el Ángel de
naturaleza espiritual. Salmo 103, 4: "A sus
ángeles los hizo espíritus"; mas
el hombre es de naturaleza corruptible, por lo cual decía Abraham: "Yo que soy polvo y ceniza hablaré a mi Señor". Por lo tanto no era correcto que una criatura
espiritual e incorruptible le rindiera homenaje a una corruptible, o sea, al
hombre.
En segundo lugar en cuanto a la familiaridad con Dios. Porque
el Ángel era un familiar de Dios, pues le asistía. Dan 7, 10: "Millares de millares le servían y le asistían diez millares de
centenas de millares".
Y el hombre es como un extraño y está alejado
de Dios por el pecado. Salmo 54, 8: "Me alejé
huyendo". Por lo cual lo
conveniente es que el hombre reverencie al Ángel, como cercano y familiar del
Rey.
En tercer lugar su preeminencia se debía a la plenitud del
esplendor de su gracia divina: en efecto, los Ángeles participan con suma
plenitud en la luz divina misma. Job 25, 3: "¿Pueden
contarse sus soldados y sobre alguno no se levanta su luz?". Y por eso siempre aparecen esplendorosos.
Más los hombres ciertamente participan de esa
misma luz de la gracia, pero poco, y con cierta oscuridad.
4. --- Así pues, no
era conveniente que el Ángel rindiera homenaje al hombre, hasta que se hallara
en la naturaleza humana alguien que en las dichas tres cosas excediera a los
Ángeles. Y esa criatura humana fue la Santísima Virgen María. Y por eso, para indicar
que en esas tres cosas lo aventajaba, quiso el Ángel rendirle su reverencia con
estas palabras: "Dios te salve" [o "Yo te saludo"].
Llena de Gracia
5.
--- a) Así es
que la Santísima Virgen aventaja a los Ángeles en esas tres cosas.
Y primeramente en la plenitud de la gracia, que es mayor en la
Santísima Virgen que en cualquier Ángel; y por eso, para indicar tal cosa, el
Ángel le rindió pleitesía diciéndole "llena de gracia", como si le dijera:
te rindo homenaje porque me excedes en plenitud de gracia.
6.
--- Ahora bien,
se dice que la Santísima Virgen es la llena de gracia en cuanto a tres cosas.
Primeramente en cuanto al alma, en la que poseyó toda plenitud de gracia. Porque la
gracia de Dios se da para dos cosas: a saber, para hacer el bien y para evitar
el mal; y en cuanto a estas dos cosas la Santísima Virgen poseyó una gracia
perfectísima. Porque Ella evitó todo pecado mejor que cualquier otro santo,
tras de Cristo. En efecto, el pecado es u original, y de éste fue librada desde
el útero por la Inmaculada Concepción o mortal o venial, y de éstos fue
librada. Por lo cual dice el Cantar de los Cantares 4, 7: "Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay mancha en ti".
Dice San Agustín en su libro De la Naturaleza y de la Gracia: "Exceptuando a la Santa Virgen
María, si todos los Santos y Santas cuando vivían aquí [en la tierra] hubiesen
sido interrogados si estaban exentos de pecado, todos hubiesen proclamado al
unísono: «Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros
mismos y no nos asistiría la verdad.» Exceptuada, digo, esta Santa Virgen,
acerca de la cual, por el honor debido a Nuestro Señor, cuando de pecados se
trata no quiero mover absolutamente ninguna cuestión. En efecto, sabemos que le
fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, a Ella,
que mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado
alguno".
7.
--- También
cumplió Ella las obras de todas las virtudes, y los demás Santos alguna
particular: porque uno fue humilde, otro fue casto, un tercero misericordioso;
y por eso se les presenta como ejemplo de virtudes particulares, como a San
Nicolás como modelo de la misericordia. Pero a la Santísima Virgen como modelo
de todas las virtudes; pues es Ella el modelo de la humildad:
Luc 1, 38: "He aquí a la esclava del Señor"; y luego 1, 48:
"Ha puesto los ojos en la
humildad de su esclava"; de la
castidad: "pues no conozco varón" (Luc 1, 34); y de todas las virtudes, como consta
plenamente. Así es que la Santísima Virgen es la llena de gracia tanto en
cuanto a hacer el bien como en cuanto a evitar el mal.
8.
--- En segundo lugar fue la llena de
gracia en cuanto a la redundancia [de la gracia] de su alma sobre su carne o
cuerpo. Porque gran cosa es en los Santos el poseer la gracia suficiente para
la santificación del alma; pero fue tal su plenitud en el alma de la Santísima
Virgen que de ella redundó la gracia en su carne para que de esta misma
concibiera al Hijo de Dios. Por lo cual dice Hugo de San Víctor: "Porque el amor del Espíritu Santo ardía en el corazón de la
Virgen de manera singular, por lo que operaba en su carne maravillas para que
de ella naciera el Dios Hombre" Luc
1, 35: "El Santo que nacerá de ti será
llamado el Hijo de Dios".
9.
--- En tercer lugar por su redundancia
en todos los hombres. En efecto, cosa grande es en cualquier Santo que posea
tanta gracia que sea suficiente para la salvación de muchos; pero lo máximo
sería que poseyeran tanta gracia que fuera suficiente para la salvación de todos
los hombres: y esto es lo que ocurre en Cristo y en la Santísima Virgen. Porque
en todo peligro puedes obtener la salvación gracias a esta gloriosa Virgen. Por
lo que dice el Cantar de los Cantares 4, 4: "Mil
escudos (o sea remedios contra los
peligros) penden de ella". Asimismo en todo acto de virtud la puedes tener como
auxilio, por lo cual dice Ella misma, Eccli 24, 25: "En mí está toda esperanza de vida y de virtud".
MARÍA
l0. --- Por lo
tanto, tan llena es de gracia que excede a los Ángeles en la plenitud de la
gracia y por lo mismo justamente se llama María, que quiere decir "iluminada interiormente"; por lo cual dice Isaías 58, 11: “Llenará tu alma
de sus esplendores”; y [también quiere
decir] "iluminadora de los demás", en cuanto a todo el universo, por lo cual se le
compara con el sol y la luna.
EL SEÑOR ES CONTIGO
11. --- 6) En segundo lugar aventaja a los
Ángeles en su intimidad con Dios. Por lo cual dijo el Ángel reconociéndola:
"El Señor es contigo"; como si le dijera: te rindo homenaje por tu
mayor familiaridad con Dios que la mía, puesto que "el Señor es contigo".
El Señor —le dijo—, el Padre con su Hijo: lo
que no poseyó ningún Ángel ni ninguna otra criatura. Luc 1, 35: "El que ha de nacer de ti será Santo, y será llamado Hijo de
Dios".
El Señor Hijo en el seno [de María]. Isaías
12, 6: “Alégrate sobremanera y prorrumpe en alabanzas,
casa de Sión, que grande es en medio de ti el Santo de Israel.” El Señor está con la Santísima Virgen de manera
distinta que con el Ángel; porque con Ella está como Hijo, y con el Ángel como
Señor.
El Espíritu Santo [está en María] como en un
templo, por lo cual la llamamos "Templo del
Señor, Santuario del
Espíritu Santo", porque concibió del Espíritu Santo: Luc 1, 35: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti".
Así es que mayor intimidad con Dios tiene la
Santísima Virgen que el Ángel. Y por eso se canta de Ella: "Vos sois el digno Trono de toda la Trinidad".
Así
es que estas palabras "El Señor es contigo" son las más nobles que se
le podían haber dicho.
MARÍA
12.
--- Con razón,
pues, reverencia el Ángel a la Santísima Virgen, por ser la Madre del Señor,
por lo cual es la Señora. De modo que le conviene a Ella el nombre de María,
que en lengua siríaca significa "Soberana".
13.
--- c) En
tercer lugar aventaja Ella a los Ángeles en cuanto a pureza: porque la
Santísima Virgen no sólo era pura en sí misma, sino que también procuró la
pureza en los demás. En efecto, fue purísima tanto en cuanto a todo pecado,
porque no incurrió ni en el pecado mortal ni en el venial, como también en
cuanto a la pena.
BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES
14.
--- En efecto, tres maldiciones se les echaron
a los hombres a causa del pecado.
La primera se le echó a la mujer, a saber, que concebiría fruto
de su seno con corrupción [del pecado original], con molestias lo llevaría [en
la gestación] y con dolor lo pariría.
Pero a [todo] esto fue inmune la Santísima
Virgen: porque sin la corrupción [del pecado] concibió; con gozo lo llevó [en
su seno] y con alegría suma lo dio a luz. Isaías 35, 2: "Germinará un renuevo llena de alborozo y entonando
alabanzas".
15.
--- La segunda se le echó al hombre:
que con el sudor de su rostro comería su pan. De esto fue inmune la Santísima
Virgen: porque, como dice el Apóstol, 1 Cor 7,
32-34, "las vírgenes están desligadas de los cuidados de este mundo, y en
solo Dios se ocupan".
16.
--- La tercera fue común a los varones
y a las mujeres: a saber, que al polvo volverían. Y de esto fue exenta la
Santísima Virgen, porque con su cuerpo fue asunta al cielo. En efecto, creemos
en el Dogma de la Asunción, que habiendo muerto (dormición de la Virgen María,
el 13 de agosto) fue resucitada y llevada al cielo. Salmo 131, 8: "Levántate, Señor, para el lugar de tu reposo, tú y el arca de tu
santidad".
MARÍA
17. --- Por lo
tanto, Ella fue exenta de toda maldición, y por eso "bendita entre las
mujeres": Porque Ella sola levantó la maldición, y trajo la bendición, y
abrió las puertas del Paraíso; y por eso le conviene el nombre de
"María", que significa "estrella de los mares"; porque así
como por la estrella del mar se dirigen los navegantes al puerto, así también
los cristianos se dirigen a la gloria por María.
BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE
18.
--- Suele el
pecador buscar en alguna cosa lo que no puede conseguir, pero que el justo lo
obtiene. Prov. 13, 22: "La hacienda del pecador se
guarda para el justo". Así Eva
buscó un fruto, y no halló en él todo lo que deseaba; más la Virgen Santísima
halló en su fruto todas las cosas que Eva deseó.
19.
--- Porque Eva
deseó en su fruto tres cosas.
Primeramente, lo
que falsamente le prometió el diablo, a saber, que serían como Dioses,
conocedores del bien y del mal. "Seréis [le dijo aquel mentiroso] como dioses", como dice el
Génesis 3, 5. Y mintió, como mentiroso que es y padre de la mentira, porque
habiendo comido el fruto, Eva no se hizo semejante a Dios, sino desemejante,
pues pecando se apartó de Dios, su salvación, y por eso fue expulsada del
paraíso.
En
cambio, eso [la santificación] lo halló la
Santísima Virgen, y
todos los cristianos, en el fruto de su vientre, pues por Cristo nos unimos y
nos asemejamos a Dios. 1 Juan 3, 2: "Cuando se
manifieste seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal como Él es".
20.
--- En segundo lugar Eva deseó en su
fruto la delectación, porque éste era bueno para comerse; pero no la halló,
porque inmediatamente se dio cuenta de su desnudez y sufrió. En cambio, en el
fruto de la Virgen hallamos la suavidad y la salud. Juan 6, 55: "Quien come mi carne posee la vida eterna".
21.
--- En tercer lugar, el fruto de Eva
era de hermoso aspecto; pero más hermoso es el de la Virgen, en el que los
Ángeles desean detener su mirada. Salmo 44, 3: "El
más hermoso de los hijos de los hombres", porque Él es el esplendor de la Gloría de su Padre.
Así es que no pudo hallar Eva en su fruto lo
que tampoco ningún pecador hallará en sus pecados.
Por lo cual lo que deseemos busquémoslo en el
fruto de la Virgen.
22.
--- Este fruto
es bendecido por Dios, porque de tal manera lo llenó de toda gracia que al
venir a nosotros le rinde honor a Él. Ef 1, 3: "Bendito
sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo
con toda suerte de bendiciones espirituales”; [es bendecido] por los Ángeles: Apoc 7, 12: "Bendición y gloria y sabiduría y acción de gracias, el honor y el
poder y la fuerza a Nuestro Dios"; [es
bendecido] por los hombres: el Apóstol en Fil 2,11: "Toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios
Padre". Salmo 117, 26: "Bendito
sea el que viene en el nombre del Señor".
Por lo tanto, así es bendita la Virgen: pero
su fruto lo es todavía más.
Nota
El "Jesús" que añadimos al "bendito
es el fruto de tu vientre" procede de Urbano Pp. IV (1261-1264).
La parte final de nuestra Avemaría ---Santa
María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte. Amén--- fue añadida por San Pio Pp. V
(1566-1572) de santa y feliz memoria (su cuerpo es incorrupto en la
Basílica Patriarcal Santa María la
Mayor).